“Miña Terra Galega
Donde el cielo es siempre gris
Miña Terra Galega
Es duro estar lejos de ti
Donde se quejan los pinos
Y se escuchan alalás
Donde la lluvia es arte
Y Dios se echó a descansar”
Miña Terra Galega
Siniestro Total
Si hay algo que quedará en el recuerdo de todos y en los libros de historia, es que a consecuencia de que un chino se comió un pangolín, en 2020 sufrimos una pandemia mundial de tal envergadura que el mundo ya nunca volvería a ser tal y como lo conocíamos.
Con las fronteras medio cerradas y con el miedo a no poder regresar en caso de rebrote, creo que mucha gente optamos por un turismo peninsular, lo que nos brindó la oportunidad de volver a tierras gallegas y quitarnos la espinita de un viaje fracasado por la lluvia que realizamos hará unos 20 años.
27 de julio: Vitoria-San Cibrao (511km)
Ese primer día teníamos unas 5h de conducción por territorio nacional hasta nuestro destino así que remoloneamos más de lo habitual y no nos pusimos en marcha hasta las 11:00.
Parece mentira, pero tengo la sensación de que cada año nos cuesta más salir de casa: que si meter lo del frigo, que si dejar la cama mudada, que si dejar las sábanas lavadas, que si tirar la basura, que si bajar las persianas, que si me he dejado el cargador del móvil, que si hay que conectar la cámara wifi de vigilancia… No sé, antes creo que salíamos volando y no éramos conscientes de todo lo que nos habíamos dejado hasta que nos lo encontrábamos a la vuelta.
Pusimos en el TomTom Go Camper las coordenadas de nuestro destino y la verdad es que sobre el viaje para llegar hasta allí no hay mucho que más que contar. 5,60€ de la autopista Vitoria-Bilbao y el resto, autovía del cantábrico hasta nuestro destino, el pueblo costero de San Ciprián (San Cibrao).

El pueblo no es muy grande y encontramos sin problemas el Área Servicios gratuita de San Cibrao (43.693723, -7.437966) situada entre el campo de futbol y una precisa cala con vistas al faro.
La zona está bien nivelada, con suelo de tierra y cuenta con sitio balizado para 10 autocaravanas, aunque caben otras 10 sin problema más otras tantas en el parking de atrás.
Una vez echada el ancla fuimos a visitar el pueblo costero y…a ver como lo digo sin que ofenda a nadie, pero el entorno es precioso pero el pueblo es bastante feo.



Esqueletos de edificios que murieron antes de nacer y mamotretos colocados en la atalaya sin ningún gusto, conviven con casitas típicas de puerto en un entorno al que se nota que afectó y mucho, la crisis inmobiliaria de 2008.
Dejando de lado el pueblo, el entorno es muy bonito; 3 playas, con sus calas y el puerto animan a pasear por la zona y ayudan a olvidarse de las horrendas construcciones que lo rodean. Además, nos ofrecen una zona para las autocaravanas situadas en una de las zonas más bellas de ese enclave gallego.

Merece la pena el paseo que bordea la costa y sube hasta el faro de Punta Atalaya, bordear los acantilados y bajar por las enrevesadas calles del casco viejo hasta llegar al puerto.
28 de julio: San Cipriano – Burela – Ribadeo (53,5km)
Antes de salir de viaje mucha gente nos dijo: –“Si vais a Galicia, mucho cuidado y no vayáis a Burela, que hay rebrotes”, bueno, pues al día siguiente fuimos directos a Burela, punto 0 de la famosa pandemia.
No es que tuviésemos intención de ir a visitar ese sitio pero por la noche, cuando la placa solar dejó de funcionar, nos dimos cuenta de que la batería del habitáculo estaba estropeada y nos quedamos sin corriente. Bueno, sin corriente, sin agua y sin nada, ya que cuando se suspende la tensión el depósito general se vacía, así que el conseguir una nueva batería de gel se convirtió en nuestra prioridad.
Llamamos a varias tiendas náuticas y en Burela encontramos una pista sobre un sitio en el que nos podrían conseguir una, pero resultó ser un poco grande y vuelta a las llamadas desesperadas por teléfono.
Casi a punto de la hora de cierre en Hipermóvil (982 58 57 90/982 58 59 15) nos confirmaron que nos podrían conseguir una, así que nos acercamos corriendo y ¡bingo!, tenían exactamente lo que necesitábamos: una batería de gel estanca de 95Ah.
Los dueños de la tienda eran super majos, nos atendieron muy, muy bien e incluso, como habíamos ido andando desde la playa, donde habíamos dejado la autocaravana, el dueño nos llevó la batería hasta la AC, evitando que tuviera que cargar con los casi 30kg que pesa.
Sustituida la batería pusimos rumbo a un Hipereroski con un Área Servicios (43.539844, -7.060488) gratuitos muy cerca de Ribadeo.
Con los depósitos y las esperanzas recargadas nos dirigimos hacia el Faro de Isla Pancha (43.5549514, -7.0425528). En el paseo que llega hasta allí, hay diversos parkings, pero nos arriesgamos y al final, conseguimos aparcar en el más cercano al faro.

El faro, los acantilados y unos merenderos hacen de ese idílico sitio un lugar muy transitado y visitado. Lo bueno que al haber salido un día lluvioso conseguimos aparcar sin problemas, cosa que no todo el mundo pudo decir, ya que cuando escampó el peregrinaje a esta zona se puso de nuevo en marcha.

Vista la zona, desandamos los 2.5km que hay de bonito paseo hasta el pueblo de Ribadeo y visitamos el Fuerte Damian, el cargadero, las calitas y una vez reposado el culo en un banco del puerto deportivo, volvimos sobre nuestros pasos hasta la autocaravana.
A eso de las 19:30, a medida que los turismos se iban yendo, las autocaravanas fueron ocupando el lugar. Ante ese panorama dimos por hecho que no tendríamos problemas en pernoctar allí, así que pusimos parasoles y dimos por finalizado ese estresante día.
29 de julio: Ribadeo – Porto de Bares (95,4km)
La noche en el aparcamiento del faro fue ventosa pero muy tranquila. Se escucharon coches que subían hasta que oscureció, pero como las autocaravanas habíamos ocupado todo el parking del final, no tuvimos vecinos de última hora.
Bien dormidos, recogimos todos los bártulos y relativamente pronto nos acercamos al pueblo de Ribadeo.
Habíamos puesto en el GPS las coordenadas de un aparcamiento céntrico, pero al ser miércoles había mercado y estaba ocupado, así que volvimos para atrás y dejamos la AC cerca de la estación de autobuses (43.5406021, -7.0410706).
El aparcamiento estaba relativamente cerca del centro, así que enseguida nos metimos en el meollo.

La mayoría son casas de nueva construcción y sin mayor encanto, así que nos dirigimos hacia el casco antiguo y merodeamos por las estrechas callejuelas que nos daban una idea de la vida de los lugareños antes de que aquel antiguo pueblo pesquero se convirtiera en la urbe que es hoy en día.
Callejeamos y también visitamos una zona con casas de estilo Indiano. Finalizada la visita, pusimos rumbo a lo que sería nuestro próximo destino, O Porto de Vares, el pueblo situado más al norte de España.
En el pueblo está prohibido acampar con cualquier tipo de medio, de hecho hay una señal explícita que así lo indica, por lo que nosotros nos quedamos en el pequeño parking junto a la playa de la Concha que hay un poco antes (43.770599, -7.6773).
La carreterita que baja hasta ese aparcamiento es bastante estrecha y sin protección a un lado, por lo que cruzarse con otro vehículo no es muy aconsejable.

Una vez abajo vimos algo de espacio entre las campers y la otra autocaravana que estaban allí aparcadas, así que sin apretarnos demasiado y dejando el morro orientado hacia la salida, nos quedamos en ese idílico sitio.
Existen dos mini-parking, uno a derecha y otro a izquierda, separados por el camino de acceso a la playa. En cada uno de ellos cabrían unas 4 AC ajustando bien y 3 un poco holgadas, por lo que viendo lo complicado del acceso, lo más recomendable sería que, antes de bajar con la autocaravana, alguien bajara andando para comprobar que hay sitio, porque maniobrar y volver a subir en balde no es muy aconsejable. Bueno, es nuestro consejo.

En ese sitio no es que hubiera mucho que hacer o visitar, pero había anunciada una fuerte ola de calor que castigaría a toda la península los dos próximos días y posiblemente nos encontrábamos en el lugar que iba a hacer más fresco de toda España. ¿Casualidad?…no lo creo. La suerte se la fabrica uno mismo…jajaja.
Con marea baja se puede llegar hasta el pueblo por la playa, así dimos un paseo hasta allí y visitamos sus empinadas y estrechas calles.

No es que las casas sean especialmente bonitas, pero las vistas de toda la costa son preciosas. El dique del puerto, de roca redondeada, se ha datado en el siglo VII a.C. y se le atribuye su construcción a los fenicios. Otro dato curioso es que nos encontramos en el punto en el cual el Océano Atlántico se encuentra con el Mar Cantábrico.
30 de julio: O porto de Bares – Cabo Estaca de Bares (2km)
La noche en el parking de la playa de Bares fue muy tranquila y sin ningún incidente. Nos levantamos con la tranquilidad que te da el no tener otro palo que rascar, desayunamos mirando al mar, pero el día no se había levantado con la claridad que habían anunciado, sino con una intensa bruma típica de esa costa, así que descartamos la playa y decidimos adelantar unas horas nuestra visita al famoso Faro Estaca de Bares.
Ya habíamos comentado que la carretera que baja hasta el aparcamiento de la playa es muy estrecha y sin protección lateral, así que Irene subió andando y así poder parar a cualquier coche que tuviera intención de bajar.
Esta es una maniobra que aprendimos hace unos años en las carreteras más complicadas de acceso a los aparcamientos de los Alpes.
Cuando vio vía libre, me llamó por el móvil y subí rápidamente sin mayor incidente.
Recorrimos los escasos 2km que hay hasta el faro Estaca de Bares, aparcamos con vistas al infinito (43.7843411, -7.6844799), con el faro a nuestra derecha y nos lanzamos a recorrer la zona.

Nos acercamos al faro, cruzamos hasta los acantilados que hay detrás de él y nos hicimos el imprescindible selfie en el punto más al norte de la península al que se puede acceder andando.
Volvimos sobre nuestros pasos y cogimos la carretera perpendicular al aparcamiento para visitar el mirador ornitológico y los antiguos molinos accionados por un pequeño torrente de agua.

No hace falta decir que las vistas desde ahí son impresionantes, acantilados, barcos pasando y una alegre brisa que aligeraba el agobiante calor.
A la vuelta nos paramos para curiosear en las ruinas de lo que parece una antigua base militar abandonada.
Nos encontrábamos sentados en unos de los bancos del aparcamiento, admirando el mar, cuando escuchamos: “¡¡Alvarado!!”, y resultó ser David Román, un antiguo compañero de mil andanzas, también autocaravanero que había pasado por allí con su familia.
Después de ponernos al día, nos despedimos ya que estaban de vuelta y tenían ganas de mojarse los pies en la playa de O porto de Bares. Nosotros nos metimos en la AC para comer y pasar la tarde tranquilamente, aprovechando el viento que se había levantado para hacer más llevadera la ola de calor.
Destacar que cuando estábamos mirando el acantilado, vimos un grupo de delfines saltar y jugar, lo que hizo las delicias de todos los presentes.

Según se iba acercando la hora del atardecer, el parking se iba llenando, hasta el punto de no caber ni una alfiler. Se ve que los buenos atardeceres se cobran caros por esta zona.
Una vez se fue Lorenzo a dormir, el parking se despejó nuevamente y nos quedamos 3 autocaravanas y un par de campers.
31 de julio: Ortigueira – Ruta de los Miradores (94,9km)
La noche en el aparcamiento del faro fue muy tranquila y levantarse con unas vistas así, no tiene precio.
Desayunamos y con horario casi francés, nos pusimos en marcha hacia la población de Ortigueira, donde hay una zona de servicios para autocaravana gratuita (43.685944, -7.858319).
Repusimos aguas y dejamos la auto aparcada ahí cerca. Nos acercamos hasta el pueblo de Ortigueira por el paseo de la ría, deambulamos por el puerto y nos sorprendió que, en un sitio tan bonito como ese y con un día tan espectacular de verano, casi no hubiera gente.

Al estar bastante desconectados de las noticias nos entró un poco la preocupación, no fuera a ser que hubiera algún tipo de alerta por el COVID-19, así que preguntamos a una pareja que estaba paseando por el puerto y…se echaron a reír. No había ninguna alerta, el tema estaba en que eran las “no fiestas de Ortigueira” y con un día tan bueno, la gente se había ido a la playa ya que no se sabía cuando iban a pillar otro igual.
Nos recomendaron seguir el paseo que va hasta la playa, saliendo del área de autocaravanas, ya que es muy bonito, pero un poco largo y nosotros teníamos otros planes, así que volvimos a la autocaravana y nos pusimos en marcha.
Si os apetece quedaros en Ortigueira, el área de servicios se encuentra junto a la piscina y justo detrás hay un parque, con bastantes autocaravanas, por lo que parece un buen espacio para echar el ancla y pasar unos días allí (43.686859, -7.858047).
Íbamos de camino a la Ruta de los Miradores gallegos para apreciar los acantilados más altos de Europa cuando el GPS quiso poner algo de “pimienta” a nuestro viaje y antes de llegar a Cariño, nos hizo girar a la izquierda hacia Landoi. Izquierda, derecha, derecha, izquierda y de repente nos encontramos en una cantera, donde los camiones cargaban la piedra.
Parecía que se podía seguir pero nuestro instinto de supervivencia nos dio un buen sopapo y nos dimos la vuelta, retomando el camino principal hasta el pueblo de Cariño, donde ya hay unas señales que indican “Ruta de los Miradores”.
La carretera está muy bien asfaltada pero no os vamos a engañar, es una carretera turística en toda regla: estrecha, empinada y con mucho tráfico. Menos mal que hay apartaderos y de una mala, ajustando mucho, caben un coche y una autocaravana.
A los conductores menos experimentados les puede salir alguna cana que otra, pero a cinturones de acero, curtidos en las enrevesadas carreteras alpinas no se nos mueve ni el flequillo.

El primer mirador con el que nos encontramos fue el de Garita de Herbeira. El día estaba excepcionalmente despejado, así que pudimos hacernos con una de las fotos más caras de conseguir: los acantilados sin niebla, ni nubes. Merodeamos por la zona, hicimos bastantes fotos y a eso de las 14:00 volvimos a comer. El parking estaba muy bien asfaltado, nivelado y con unas vistas preciosas a los eólicos, así que lo fichamos como lugar potencial de pernocta para ese día (43.722585, -7.944410).

Después de comer seguimos hasta la famosa población de San Andrés de Teixido, a la que dicen que si no visitas de vivo, tu alma volverá en forma de lagartija o insecto a modo de penitencia, por lo que recomiendan no pisar, ni matar ningún bicho que se cruce en tu camino, ya que puede ser algún pariente que no visitó este curioso lugar.

El parking del pueblo (43.709425, -7.980271) está en un alto y tiene una pendiente bastante curiosa para subir, así que metimos primera, nos armamos de valor y arremetimos con todo lo que teníamos contra esa rampa.
Debo reconocer que una vez arriba, no fue para tanto, aunque el aparcamiento está lo bastante inclinado como para que se te quite de la cabeza la idea de quedarse a dormir allí.

El pueblo estaba llena de chiringuitos, restaurantes especialistas en percebes y además cuenta con una fuente de tres caños a la que se le atribuyen propiedades curativas. Vimos la iglesia, nos mojamos con el agua “mágica” y, como no somos de comer percebes ni albariño, volvimos por donde habíamos venido para seguir con el tour de los miradores.

Si nos permitís un consejo, de los 3 miradores que vienen a continuación, en nuestra opinión, el que más merece la pena es el último, el de “Chao do Monte” (43.701936, -7.991120). El parking es amplio, nivelado, las vistas son muy buenas y además cuenta con un bosque petrificado de un tipo de roca muy escasa en el planeta. Además, desde allí se puede ver el pueblo de San Andrés de Teixido.

Después de deambular bajamos hasta el pueblo de Cedeira, donde habíamos leído de dos aparcamientos buenos para pernoctar.
El primero se encuentra cerca del puerto, con unas bonitas vistas de la ría y además de amplio, está muy bien asfaltado (43.658385, -8.060005), el único “pero” que tiene es que la carretera que está frente es de adoquines y el tráfico hace bastante ruido, así que pasamos a investigar la segunda opción, un parking se encuentra justo en la parte opuesta al anterior, en una zona algo más apartada, junto a la misma playa, el suelo es de hormigón con agujeritos y está bien nivelado (43.653077, -8.050429).
Pese a no parecer mal sitio, nosotros hemos desarrollado una especie de alergia a las urbes masificadas, así que sin apagar el motor volvimos sobre nuestros pasos o rodadas o como narices se diga cuando vuelves por dónde has ido cuando conduces y cogimos la carretera que nos llevaría al aparcamiento del Mirador de la Garita de Herbeira.
Cuando cruzamos por la mañana, el día era claro, limpio y despejado, pero ahora se había echado una niebla tan cerrada que no se veía a un metro de distancia.
Sin importarnos mucho la cola de coches que estábamos montando, condujimos tranquilos, salvando los problemas de los vehículos que no paraban en los apartaderos e incluso salimos sin mayor percance del momento en el que un buen puñado de vacas se apropió de la carretera.
Antes de irse la luz, la niebla se abrió y nos regaló la vista panorámica de los eólicos y el mar, lo que hizo que el “mini-estrés” por llegar allí desapareciera.
1 de agosto: Mirador Garita de Herbeira – Betanzos (88,1km)
Pasamos una noche muy tranquila, en compañía de otra autocaravana y una pareja en roulot, lo que no hico sino verificar que la decisión de haber vuelto a subir al Mirador Garita de Herbeira fue todo un acierto.
Estábamos tan a gusto que después de que sonara el despertador nos regalamos otra horita más de relax en ese Edén.
Nos levantamos y el día estaba muy despejado, pero a lo largo de la mañana los bancos de bruma se fueron echando sobre nosotros, hasta el punto de no verse más allá del morro de la autocaravana. Por suerte, sobre las 11:00, la niebla se disipó e hicimos un pequeño trekking por la pista de grava de los molinos, pudiendo disfrutar de unas vistas aéreas menos visitadas de Cariño y Ortigueira.
Sobre las 13:30 regresamos a la autocaravana y antes de que el canto de la sirena nos impidiera abandonar ese pequeño paraíso, pusimos rumbo a nuestro siguiente destino: Betanzos.

En poco más de 1h30m llegamos al AS de Betanzos (43.283843, -8.214383), un lugar con espacio para unas 10 autocaravanas, de suelo asfaltado y con líneas que delimitan los aparcamientos. El área es gratuita y cuenta con servicio de carga y descarga de aguas.
La zona no tenía la magia de los lugares naturales a los que estamos acostumbrados, pero estaba limpia, ordenada y muy cercana al paseo pluvial que rodea la población, así que allí nos quedamos.



Betanzos, también conocida como la Ciudad de los Caballeros, fue una de las antiguas capitales del Reino de Galicia, lo que se nota en sus calles empedradas, diversas construcciones eclesiales y los puentes de acceso a las puertas de la fortificación.
Después de pasear por la ciudadela, recorrer el paseo junto a la ría y visitar el famoso Parque del Entretenimiento (S.XIX), volvimos al área para pegarnos una buena ducha y descansar nuestros maltrechos pies.
2 de agosto: Betanzos – Faro del Cabo Villano – Playa da Balea (116,4 km)
Sería injusto decir que la noche en el área de Betanzos fuera mala, pero debéis entender que nosotros estamos acostumbrados a dormir en espacios abiertos, lejos de la urbe y junto a gente con otros valores, así que el tener unos vecinos que se pegaron charlando a pleno pulmón con sus compañeros de viaje hasta las 0:30 y que un sábado por la noche, los jóvenes de Betanzos no tengan mejor cosa que hacer más que dar vueltas con el coche y echar carreritas no es que nos hayan dejado un buen recuerdo de la zona.
Nos levantamos sin ninguna pereza, cargamos aguas y pusimos rumbo al Faro de Camariñas o del Cabo Villano.

Por los kilómetros que hicimos ese día veréis que le metimos un buen mordisco a la costa gallega, pero teníamos ganas de llegar a la famosa Costa da Morte y no quisimos retrasarlo ni un día más.
Durante el acercamiento hay numerosos parkings y zonas donde quedarse pero arriesgamos y llegamos hasta el último parking que hay antes de subir al faro.
Había bastantes coches pero pudimos aparcar sin problemas en una zona de vegetación tupida sobre arena bien nivelados, aunque con el morro algo hacia abajo por si tuviéramos problemas para salir de allí.
Después de visitar el faro vimos que había autocaravanas aparcadas en una playa justo en frente, así que sin mucho más que hacer por allí, quitamos los parasoles y cogimos la polvorienta carretera que llega hasta las playas.

El aparcamiento de la Playa de Balea es circular y con algo de desnivel, pero sabiendo buscar, el buen ojo de un autocaravanista experto sabrá encontrar la zona más nivelada y con mejores vistas (43.163984, -9.181751).
Una vez dado por bueno el sitio, pusimos los parasoles, nos echamos crema y recorrimos las calas por el sendero que las une.
Después de babear con lo impresionante de la zona, volvimos por una acera tan polvorienta como la propia carretera a la autocaravana. Después de comer, cogimos las toallas y nos echamos una buena siestorra con la panza al sol.

A lo largo de la tarde, bastante gente se fue acercando a la playa pero nadie se mojó más de los tobillos. Sí cuando dicen que el agua en Galicia es más fría…es por algo.
Poco a poco la niebla se fue echando y haciendo poco agradable el seguir tumbados en la arena, así que volvimos a la AC, nos cambiamos de ropa y recorrimos los 3km que nos separaban del famoso Cementerio de los Ingleses.

En 1890 el Serpent, buque de la armada inglesa, quedó encallado ahí mismo, en el denominado Cabo 13. Las olas eran tan grandes y las rocas tan afiladas, que de 175 marineros, únicamente 3 consiguieron salvar sus vidas.

Los cuerpos que fueron llegando a la playa estaban tan destrozados que fue imposible reconocerlos, así que construyeron en ese mismo lugar un cementerio y enterraron a aquella desgraciada tripulación.
Durante la vuelta pudimos apreciar un precioso atardecer con el escultórico Faro Vilano de fondo.
3 de agosto: Camariñas – Santuario de la Virgen de Barca (Muxia) – Faro de Finisterre (66,3km)
Pese a haber dormido en compañía de otras tres campers, la noche fue muy tranquila y relajada. Eso es a lo que nos queríamos referir en el comentario sobre el área de Betanzos. No hubo coches pasando a gran velocidad y la gente del aparcamiento se recogió a una hora prudencial, respetando el silencio de la zona.

Arrancamos y fuimos al puerto de Camariñas, donde vimos que había un porrón de autocaravanas, confirmando lo que habíamos visto en la app Parking4night, que se podía pernoctar sin problemas.
Para los amantes de los Tours Turísticos, os dejaremos el dato de que desde Camariñas hasta Camelle se encuentra la denominada Ruta de los Naufragios. Desde 1883 hasta 1965 hay registrados 7 naufragios de buques importantes.
Dimos un paseo por el puerto y sobre el denominado Pueblo del Encaje, podemos decir que tampoco nos enamoró, así que sin invertir mucho más tiempo pusimos rumbo a Muxia, más concretamente al Santuario de la Virgen de la Barca, que se encontraba en el punto opuesto de la bahía al que nos encontrábamos.

Al atravesar el puerto de Muxia vimos que había una buena montonera de autocaravanas, pero nosotros seguimos hasta el último de los aparcamientos que hay para ver el monumento levantado en honor a la Virgen, cuando se le apareció al apóstol Santiago en un barco de piedra.
La gente se suele quedar en el último parking y disfrutar de las vistas, pero no habíamos llegado a la mejor de las horas, el aparcamiento estaba bastante lleno y tampoco nos íbamos a quedar, así que aparcamos en uno de los muchos sitios que hay junto a la carretera y nos fuimos a visitar ese punto tan importante del peregrinaje a Santiago de Compostela.
Comimos allí mismo y antes de abandonar definitivamente Muxia, paramos en el AS gratuita que hay a la entrada, repusimos aguas y pusimos rumbo al faro del fin de la tierra: Finisterre.
Cuando llegas al pueblo de Finisterre, por la cantidad de tiendas y negocios de ocio, te da una idea de lo visitado que está ese lugar, pero nosotros tiramos directamente hasta nuestro objetivo, el faro.

Cuando llegas al último aparcamiento, si cogéis una pista que baja, os llevará hasta un aparcamiento bien nivelado, algo polvoriento pero con unas vistas impagables del Faro de Finisterre y de los acantilados (42.887145, -9.273041).
Había bastantes autocaravanas y campers peleando por las vistas, pero nosotros tuvimos la inusual suerte de que un fotógrafo que había bajado para echar un par de fotos, saliera con el coche y nos regaló un aparcamiento en paralelo a las vistas justo en la parte trasera del parking.
Después de deleitarnos un poco en nuestra buena fortuna, cogimos las cámaras y fuimos a visitar el concurrido faro del fin de la tierra.

No es el más bonito, ni tiene las mejores vistas, pero es innegable que es el más famoso. Lejos de la austeridad de los otros faros que habíamos visitado en éste se pueden encontrar chiringuitos, bares, un hotel y hasta un tío tocando el arpa.
A media tarde la bruma nubló las vistas, así que volvimos a la AC a descansar un poco y esperar al atardecer.
4 de agosto: Finisterre – Cascada de Ézaro – Noia (73km)
La noche en el faro del fin de la tierra fue muy tranquila y agradable. Lo bueno que tiene la costa gallega es que, pese a hacer calor de día, por la noche refresca y se puede dormir bien a gusto.
Cuando arrancamos nos sorprendió la cantidad de autocaravanas que habían llegado a lo largo de la noche al parking de arriba.
Bajamos al pueblo de Finisterre y nos costó bastante aparcar, de hecho encontramos un único sitio en la salida, justo en frente del atestada AS de pago (8€/día o 3€/aguas).
Dimos un paseo por el pueblo, curioseamos por el mercadillo y después de visitar el puerto volvimos a la autocaravana.
Lorenzo estaba apretando de lo lindo, era pronto y como teníamos la playa de la Langosteira ahí mismo, nos pusimos el bañador, cogimos las toallas y nos fuimos a hacer un poco el dominguero.
La playa es de una arena sorprendentemente fina, pero cerca de la orilla había tal cantidad de conchas que sorprendía.
Después de remojarnos los pies volvimos a las toallas y tomamos un poco el sol hasta la hora de comer.
Comimos en el mismo sito donde habíamos aparcado y pusimos rumbo al pueblo que puso de moda el helicóptero de la Vuelta Ciclista a España mostrando sus increíbles cascadas de Ézaro.
Había tanta gente por allí que aparcar se hizo misión casi imposible, pero después de un par de vueltas, conseguimos dejar la auto frente a la entrada al mini puerto.
Si el resto de pueblos no nos había dado la sensación de turismo, Ézaro fue todo lo contrario. Las playas estaban a tope, gente por todos los lados, alquiler de kayaks, motos de agua…vamos, un ambiente turístico en toda regla.
La cascada es muy chula, el camino andando es accesible pero había mucha, mucha, mucha gente. Algunas autocaravanas consiguieron aparcar por allí (42.911502, -9.124702), pero el sitio es muy estrecho y con mucho vehículo, por lo que lo desaconsejamos.
Visto el tinglado, volvimos a la autocaravana y pusimos rumbo a lo que sería nuestro destino final para ese día, el aparcamiento frente a la ría de Noia (42.787440, -8.891190).

Se trata de un amplio parking de tierra, bien nivelado y con unas preciosas vistas hacia el atardecer.
Una vez aposentados y con todo en regla, salimos a ver el espectáculo que estaban dando los hidroaviones tratando de apagar el enorme incendio del monte que estaba encima de nosotros.
Viendo que todo estaba controlado, volvimos a la AC a descansar un poco, que ya se iban notando los días y el ajetreo diario.
5 de agosto: Noia – Faro Touriñán (108,9km)
Si quitamos el DJ con Chumba-Chumba hasta las 23:00, los gamberretes gritando por el paseo a las tantas y el inicio de unas obras a las 8:00, no podemos decir que la noche en el AP de Noia fuera mala.

Después de desayunar y con un calor incipiente salimos a visitar la ciudad medieval con un casco histórico considerado «Bien de Interés Cultural» desde 1985.


El casco viejo guarda bastante del encanto que puede esperarse de una población de estas características, aunque de toda la visita, además de sus callejas estrechas y reviradas, también nos gustaría destacar la Iglesia inconclusa de una sola torre de San Martiño y los hospitales medievales de la Casa de la Gramática, San Lázaro y el Hospital Santo.
Dada por finalizada la visita pusimos rumbo al Eroski de Noia (42.797228, -8.888496), ya que cuenta con una zona de carga y descarga gratuita. De camino al Eroski paramos en una gasolinera Cepsa, ya que llevábamos desde el segundo día con una única botella propano y aunque andábamos bien, no era plan de arriesgar.
Con todo listo pusimos rumbo a nuestro siguiente destino, Ponte Maceira, pueblo catalogado como uno de los 100 más bonitos de España.
Llegamos sobre la hora de comer, así que aparcamos en el parking habilitado para visitar el pueblo de Ponte Maceira (42.904711, -8.700233) y sacamos algo fresco para el manduque, ya que hacía bastante calor.
En el rato que estuvimos parados la temperatura exterior llegó a los 36ºC, así que imaginaros el calor que acumuló la cabina de la AC.
Echamos un vistazo a la aplicación del tiempo y nos pegamos un gran disgusto al ver que esa sería la tónica para toda la semana, además según íbamos leyendo sobre nuestros próximos destinos, nos íbamos deprimiendo más y más.
Con una costa saturada de visitantes y una zona de interior con alerta por altas temperaturas nos llevó a un pequeño momento de crisis: que si nos volvemos a casa, que si seguimos para adelante, que con este calor yo palmo, que no se qué hacer…bueno, supongo que no os estaremos contando nada que no hayáis vivido como pareja viajera.
Pasado el momento de crítico, nos recompusimos, cogimos el mapa y fijamos un destino bonito que garantizaba un tiempo más apacible y soportable: el faro Touriñán.
A veces olvidamos que al viajar en autocaravana nos permite una flexibilidad total y que los planes se pueden variar al momento, así que no nos debe dar miedo volver atrás y replegarnos para no sucumbir en la batalla.
Según volvíamos a la Costa da Morte la temperatura iba bajando y cuando llegamos al faro, teníamos unos apacibles 19ºC.

La carretera de acceso es estrechita pero se pasa bien y el parking, aunque es pequeñito, tuvimos suerte y pudimos aparcar justo en medio, al resguardo de la casa del faro (43.053278, -9.297780).
Al Faro/Cabo Touriñan se le llama el último sol, ya que dos veces al año ese es el lugar donde el sol se pone más tarde en Europa Occidental, característica que comparte con otros 4 cabos en toda Europa: Cabo Norte (Noruega), Cabo Vardetangen (Noruega), Punta de Corsen (Francia) y Cabo da Roca (Portugal).

Siendo uno de los mejores faros para ver un atardecer no nos extrañó la cantidad de gente que subió hasta allí para ver el ocaso.
Pasado el mágico momento, la gente se fue retirando hasta el punto en el que nos quedamos totalmente solos.

No somos muy amigos de las grandes aglomeraciones autocaravanísticas, pero hemos de reconocer que el estar solos, en una zona tan remota, con el sonido de las olas contra la roca y única compañía de la luz del faro, nos creó una sensación de cierto desasosiego, más producto de las películas de terror que de una situación real.
Poco antes de irnos a dormir escuchamos un helicóptero dando vueltas por la costa, así que salimos a curiosear y …buahh, una de las escenas más bonitas que hemos visto en nuestra vida. Imaginaros una bóveda celeste infestada de estrellas y la silueta del faro cubriendo todo con su paraguas de luz. Una luna casi llena, arrojaba algo de claridad sobre un mar lleno de lucecitas de las embarcaciones pesqueras y en el cielo, un enorme helicóptero recorriendo la costa.
Un rato después, una patrulla de la Guardia Civil subió hasta el faro, suponemos a controlar que todo estuviera correcto y, según subieron, se fueron, sin decirnos nada.
6 de agosto: Playa Neimiña – Playa Lires – Muxia (51,8km)
Los que somos del norte no llevamos bien el tema del calor y se notó, ya que después de haber tenido que echarnos la manta para dormir nos sentó como una inyección de ganas por seguir visitando Galicia, disipando por completo las ganas de volvernos para casa.
Mientras desayunábamos, varios coches con personas ataviadas con trajes de neopreno, nos hizo suponer que el Cabo Touriñán era un lugar típico de los mariscadores.
Recogimos todo y nos pusimos en marcha hacia una playa que vimos desde el cabo. Varias carreteras sinuosas y estrechitas nos llevaron a lo que debe ser un destino surfero muy apreciado en la Costa da Morte: Playa Neimiña.
La playa es enorme, pero el aparcamiento (43.012444, -9.268231) es relativamente pequeño y atestado de autocaravanas y furgos surferas, lo que hizo imposible aparcar.
Dimos la vuelta e intentamos llegar a la playa por diferentes accesos, pero sin conseguirlo. Las carreteras son muy, muy, muy estrechitas y con un tráfico intenso, lo que se suele convertir en problemas, así que al final accedimos Neimiña por otra playa que tiene pegada, la playa de Lires.
Nos aventuramos a llegar hasta el parking del final y casi lo lamentamos, ya que es más pequeño todavía que el de Nemiña. Con razón ponía una señal que prohibía a las autocaravanas aparcar por allí.
Con la tranquilidad que te da la experiencia, conseguimos girar y volvimos por nuestros pasos, dejando la autocaravana en el aparcamiento que hay junto al cementerio (42.996911, -9.248108), justo antes de la señal de prohibido autocaravanas/acampar/roulots.

El sitio no estaba mal, pero hasta la playa hay un paseo de casi 2kms, por lo que no solté la tabla del techo de la AC, ni cogimos toallas, simplemente nos fuimos en misión de reconocimiento.
Cruzamos la ría que separa ambas playas y llegamos al ansiado paraíso surfero.
Para la gente “del gremio”, deciros que el funcionamiento de la playa es muy similar al de la curva de Loredo (Somo, Cantabria). Un pico central con una derecha muy buena, una izquierda resultona y varios picos secundarios que funcionan a media marea hacia la pleamar.
Reconozco que tenía muchas ganas de surfear allí, pero las hordas armadas con todo tipo de tablas, varios locales y multiples grupos de la escuela de surf, hizo que no me mereciera la pena el esfuerzo que me hubiera supuesto tener que volver hasta la AC a por todos los bártulos y volver. Además, la marea estaba casi baja y las olas eran muy rápidas y algo “cepos” para mi longboard.
Dimos un par de vueltas por la playa y volvimos a la AC para marcar nuestro siguiente lugar de visita y pernocta: Muxia.

La intención era la de ir al área de servicios para autocaravanas que hay a la entrada del pueblo y pasar allí unos días, con la esperanza de que se disipara la ola de calor y pasara la aglomeración del fin de semana, pero eso de que llegas y te encuentras sin sitio porque la gente está con los toldos, sillas, mesas, bártulos esparcidos y niños sueltos en una zona en la que está prohibido, hace que te hierva la sangre, por no hablar de que nadie estaba situado dentro de las líneas que delimitan el aparcamiento.

Si la gente hubiera estado correctamente, podrían haber entrado holgadamente 3 autocaravanas más, pero no teníamos ganas de discutir, así que entramos, vaciamos el químico y nos dirigimos al puerto (43.107481, -9.215806), en el que había sitio más que de sobra y con muchas mejores vistas.

Visitamos el pueblo y volvimos al Santuario de la Virgen de la Barca para vivir otro de los aplaudidos atardeceres gallegos.
7 de agosto: Faro Laxe – Playa de Soesto – Faro Rocundo – Playa de Soesto (100,9km)
La noche en el puerto fue sorprendentemente tranquila. Situados en una zona tan céntrica y estratégica, con tanta autocaravana y rondando el fin de semana, esperábamos una noche toledana, pero salvo la gente que volvía a las autocaravanas después de haber ido a cenar al puerto y algún coche, la noche fue sorprendentemente tranquila y agradable.
Por la mañana nos despertaron unas gaviotas algo jaleosas, pero nada fuera de lo normal. Incluso la vida activa portuaria no se puso en marcha hasta las 9:30am.
Después de hacer un balance de la situación, descartamos definitivamente el seguir bajando hacia el sur de Galicia y decidimos visitar algunos faros que nos habíamos saltado inicialmente.
Desayunamos, recogimos los bártulos y nos pusimos en rumbo al faro Laxe (43.231783, -9.011054). En una media hora llegamos al pueblo de Laxe y resulta que estaba a tope de gente, coches y para colmo la ruta hasta el faro pasaba justo por allí.
Fuimos evitando varias calles que nos propuso el TomTom Go Camper, ya que eran muy estrechas y llenas de vehículos aparcados, imposibilitando nuestro paso. Finalmente llegamos al puerto donde el camino hacia el faro se hacía por una calle un tanto estrecha, con una cuesta terrible y que continuaba por otras callejuelas angostas, así que echamos el freno, valoramos la situación y acabamos descartando esa visita.
Google maps en mano, tratamos de atacar al faro desde otra localidad, pero se trataba de un camino de tierra muy poco recomendable. El punto positivo es que llegamos a una de las playas surferas más famosas a nivel mundial: Playa de Soesto.

Esta playa cuenta con una de las olas de mayor calidad de Galicia y forma parte del circuito nacional de surf, lo que atrae a muchísimas personas amantes de este estilo de vida.
Echamos el ancla y con cierto nerviosismo nos asomamos por encima de las dunas que ocultan el paraíso surfista.
Se trata de una playa no muy grande, en curva y que funciona bien a media marea, muy similar a Laga (Bizkaia), la playa que frecuento.
La marea estaba baja y tiraba unas orilleras rápidas, huecas y solamente aptas para tablas cortas por lo que de momento, mi Full&Cash seguiría atada en el techo de la AC.
Dimos unos paseos por la playa, desde allí mismo vimos el faro al que no habíamos podido llegar y luego nos tiramos un rato al sol.
Después de comer, con la marea más alta solté el Longboard y fui a pelear por las codiciadas olas.
Derechas buenas, izquierdas largas, una gozada. Con razón tiene la fama que tiene esta playa.
Después de una buena sesión de surf y con un poco de pena recogimos el chiringuito y nos fuimos a por el segundo objetivo del día, el Faro Rocundo (43.274676, -8.989115).

En una escasa media hora llegamos a lo que parece un faro de tercera división en comparación con los otros faros que habíamos visitado.
El acceso es fácil, la carretera es ancha, pero una vez arriba, el aparcamiento es muy pequeño, algo inclinado y además con un buen escalón para entrar en él.
Un poco más atrás, vimos que había una zona de picnic, con buenas vistas al mar pero en el que el aparcamiento era un apartadero de hormigón junto a la carretera.
Todavía teníamos el regustillo del paraíso surfista, con su parking amplio de tierra, bien nivelado, protegido de los vientos y con muchas camper y autocaravanas, así que en milésimas de segundo nuestro destino estaba decidido. Visita express al faro y de vuelta a la playa de Soesto (43.213267, -9.019311).
Si queréis venir a ver esta playa, os advertimos que la carreterita es algo estrecha, con mucha afluencia de furgos, ACs y turismos pero que con un poco de cuidado se pasa sin problemas.
8 de agosto: Playa de Soesto – Mirador del Chivo, Alto Campoo (571,8km)
Salvo los ruidos típicos por los furgoneteros de última hora, la noche en la playa surfera fue muy tranquila.
Nos despertamos sin prisa y después de echar un último vistazo pusimos rumbo a la estación de esquí cántabra de Alto Campoo, concretamente al mirador del Chivo.
Os estaréis preguntando el por qué de ese cambio de destino tan radical, pero todo tiene una explicación. Se nos estaban acabando los días de vacaciones y por no pegarnos una kilometrada directa hasta casa, aprovechamos que pasábamos relativamente cerca de un lugar que teníamos ganas de visitar.
Pese a ser un sábado de agosto, no pillamos demasiado tráfico, así que sin mayor problema llegamos a la estación de esquí de Alto Campoo, Cantabria.

De lejos vimos que contaba con un parking grande, amplio y vacío, así que sin parar seguimos hasta el parking del mirador del Chivo (43.045495, -4.394076).
Salvo en su último tramo, la carretera es lo bastante ancha y bien asfaltada como para llegar sin problemas.
El aparcamiento es amplio aunque no hay ni una zona bien nivelada, así que hay que ponerse con una poco deseada inclinación hacia el vacío .

Debemos reconocer que las vistas son impresionantes, pero al estar inclinados hacia lo que serán 1000 metros de salto al vacío la sensación de vértigo es casi inevitable.

Con bastante fe en el freno de mano salimos con intención de ir a sacar unas fotos pero de repente y sin saber casi como pasó, nos vimos envueltos en una densa y húmeda niebla, así que volvimos a la auto hasta que pasara.
En cuestión de 15 minutos la niebla, tal como vino, se fue, así que salimos a disfrutar de las vistas que te da estar a casi 2000 metros de altitud.
Hay una pista que sigue subiendo y llega a lo que es el mirador, pero estábamos cansados y era algo tarde para esa caminata, así que volvimos a la autocaravana a descansar un poco.
En lo que habíamos dado el paseo otras 3 autocaravanas habían aparcado en la zona, al igual que otras tantas camper. También hubo un continuo ir y venir de turismos para disfrutar de las vistas.
Estábamos comiendo unas patatas en la cabina de la AC mientras veíamos el atardecer cuando una terrible niebla, seguida por lo que ha sido la peor tromba de agua, viento y granizo que hemos vivido en nuestra vida nos atrapó.

La temperatura se desplomó de los 24ºC hasta unos sorprendentes 9ºC, lo que se tradujo en un viento huracanado que movía las autocaravanas peligrosamente sobre el inclinado aparcamiento, a lo que hay que sumar un granizo que parecía que nos lo estaban lanzando con una manguera de alta presión.
El instinto y la experiencia nos hizo no ponernos en marcha, ya que la revirada y estrecha carretera de subida iba en la misma dirección en la que venía la tormenta y podría ser más peligroso que estarse ahí quietos.
Apagamos la radio, para no atraer a ningún rayo, nos sentamos en la cabina y pasadas un par de horas, cuando pillamos una pequeña ventana en el temporal, arrancamos y nos pusimos rumbo al parking de la estación de esquí.
Según bajábamos apreciamos que parte de la ladera se había caído sobre la carretera, pero pudimos pasar por encima de los desplomes de tierra y piedras sin problema.
Nos sorprendió ver miles de ranas en la carretera las cuales tratamos de ir esquivando lo mejor que pudimos y no cometer un «batracidio».
Con muchísima suerte llegamos al parking (43.037111, -4.373538))y una vez allí, vimos que el resto de autocaravanas nos había seguido y, menos mal, porque poco después los rayos, viento y granizo volvieron a sacudir la zona durante toda la noche.
9 de agosto: Alto Campoo – Home Sweet home (202km)

Es curioso como algo que en una zona te pone histérico, en otra te relaja y es lo que pasó con la tormenta. Saber que estábamos bien aparcados, en una zona segura y sin ningún peligro, reconfortados por el calor de la autocaravana mientras fuera se desataban los infiernos, nos hizo dormir como bebés hasta la mañana siguiente.
Desayunamos sin prisa, recogimos todo, dimos una vuelta de reconocimiento y pusimos rumbo al nacedero del río Ebro (43.016807, -4.190848).
Cerca de allí, hay un aparcamiento junto a lo que es una zona bien acondicionada y accesible para visitar la roca en la que nace el segundo río más largo de la península Ibérica (930km).

La verdad es que la zona es bonita, bien preparada y con mucha afluencia de visitantes, por lo que si os pilla de paso, os recomendamos visitarla .
A partir de ahí, 181kilómetros de autopista hasta nuestra casita en la que, nada más llegar, ya comenzamos a planear nuestro siguiente viaje.
Conclusiones
Después del mal sabor de boca con el que volvimos de nuestro primer viaje a Galicia, en esta ocasión habíamos decidido ir con una mente más abierta y dejarnos abrazar por la experiencia de un libro en blanco.
No podemos decir que nos ha decepcionado, pero tampoco nos ha enamorado en exceso.
Siempre que hablas sobre Galicia, todo el mundo dice lo mismo, que se trata de una zona en la que se come muy buen marisco y se bebe buen riveiro, pero si tu objetivo no es ese, puede que se te quede un poco excasa la experiencia.
Los abruptos acantilados y la costa salvaje entra en contrapunto con unas edificaciones pobres y un entorno natural poco cuidado, en el que se nota el expolio de una fracasada economía urbanística y una costa acotada por enormes fábricas que invitan a alejarse del agua.
Si, al igual que nosotros no eres amante de la gastronomía sino de la naturaleza salvaje, sabiendo buscar, puedes encontrar algún rincón o tesoro escondido, el cual esperemos sepan mantener y no vender al mejor postor como han hecho en épocas pasadas.
El punto positivo podría decirse que Galicia sigue siendo un paraiso por descubrir y hacerlo en autocaravana es muy sencillo, ya que allí, al contrario que en sus comunidades vecinas, sí somos bienvenidos.
Fuera aparte del resto del entorno, los faros nos han enamorado y los acantilados son dignos de ver, así que os invitamos a que tratéis de descubrir vuestra Galicia y vivir vuestra propia experiencia.
Gastos
Creo que ha sido uno de los viajes largos que más barato nos ha salido, cómo se nota no pasar por Francia y que te atraquen en los peajes. Y para colmo, con el miedo al Coronavirus, hemos hecho lo posible por evitar aglomeraciones y espacios cerrados así que no hemos gastado en museos, bares, restaurantes, tiendas, etc…, sólo en lo necesario. Va a ser un palo para las zonas que viven del turismo…
- Peajes: 14,55€
- Batería autocaravana: 225€
- Gasolina: 208,54€
- Bombona propano: 11,19€
Qué artículo tan increíblemente detallado. Me encantan las fotos. Me dan muchisimas ganas de viajar. Un saludo
Gracias, me alegro de que te haya gustado!!