En la semana de Pascua de este año (2025), debido al juicio por maltrato que teníamos pendiente con Namora (éramos su casa de acogida), no podíamos salir de España con ella así que tuvimos que pensar una escapada no muy lejana a Álava por si las moscas. Como el viaje que hicimos a Galicia no lo completamos por una ola de calor, decidimos continuar por dónde lo dejamos y seguir recorriendo los pueblos con más encanto de Galicia, tirando hacia el sur y llegando a la Ribeira Sacra.
23 de abril: Vitoria- Liérganes (170km)
Ese primer día lo tuvimos un tanto ajetreado ya que por la mañana nos tocó currar, pero no quisimos demorar más la salida, así que después de comer preparamos todo y sobre las 18:00 arrancamos hacia nuestra primera parada antes de llegar al inicio de nuestro destino.
Nos encontrábamos atravesando Bilbao cuando nos dimos cuenta que nos habíamos dejado la base de nuestra alimentación autocaravanera: el arroz, la pasta y el café.
Tuvimos un momento de mini crisis, pero rápidamente recordamos que nos movemos por territorio civilizado así que al pasar por Castro nos desviamos para terminar de avituallarnos en el Eroski de la entrada. Solucionada la mini crisis, seguimos rumbo hasta nuestro destino.
En poco más de hora y media ya estábamos aparcados en el área servicios gratuita de Liérganes (43.3447983, -3.7414429).
El sitio ya lo conocíamos de nuestras incursiones por los Valles Pasiegos Cántabros, así que sabíamos que las plazas eran estrechas y junto a las vías del tren, pero es de agradecer que sea gratuita e incluya servicios de aguas.
Fue un poco pena que más de la mitad del parking lo estaban usando para dejar el material de obra que estaban utilizando para el asfaltado de algunas carreteras. De todas formas, aparcamos sin problemas y pudimos descansar esa primera noche de ruta.
24 de abril: Liérganes – Liérganes
Menos mal que tuvimos que levantarnos pronto esa mañana, lo demás los trabajadores encargados del asfaltado lo hubieran hecho por nosotros.
Arrancamos justo en el momento en el que ponían en marcha toda la maquinaria pesada necesaria para realizar esa labor.
Nuestro destino de ese día no lo podemos especificar ya que íbamos a realizar una colaboración con las chicas del canal de YouTube “Éramos una vez”, dos aventureras que se lanzaron al reto de rehabilitar con sus manos una cabaña cántabra.
Son muy famosas por lo que no vamos a desvelar su localización exacta y así tratar de respetar su privacidad y en la manera de lo posible, su intimidad.
Quedamos con ellas, hicimos unas tomas de dron que nos pidieron a ver si les podíamos ayudar y después de comer, tuve la oportunidad de entrevistarlas, así que os dejo el vídeo por si os apetece conocerlas:
Sobre las 21:00 regresamos al mismo punto del que habíamos partido esa mañana y dimos por finalizado el día.
25 de abril: Liérganes – O Cebreiro (433km)
Nos encontrábamos durmiendo plácidamente cuando el estruendo de las máquinas nos arrancó de los brazos de Morfeo.
Eran las 8:00 am, así que tampoco fue un trauma. De hecho, nos vino hasta bien para no salir demasiado tarde.
Desayunamos, recogimos todo, cargamos aguas y pusimos rumbo a nuestro primer destino oficial: El Cerbero.
Sobre el viaje no es que haya mucho que contar. Kilómetros de asfalto, mucho camión y bastantes obras que ralentizaron el tráfico.
Llegamos a nuestro destino, el parking de O Cebreiro (42.7085778, -7.0409143) sobre las 14:30.
Irónicamente, el parking también estaba como de obras, al menos eso indicaba las montañas de asfalto retirado y grava que había justo a la entrada. Al menos la zona del fondo estaba bastante bien.
Se trata de un aparcamiento de tierra, con una carreterita central de grava, con unas mesas de picnic de piedra y que cuenta con unas vistas increíbles de todo el valle.
Había algunas autocaravanas y campers aparcadas, pero aún así, tuvimos la opción de colocarnos en una posición bien nivelada y con vistas.
Salimos a dar una vuelta con las chuchas para que desfogasen el estrés del viaje, comimos y lo que había sido una mañana soleada y cálida se convirtió en todo lo contrario.
Se levantó un desagradable viento norte que metió la niebla dejando un tiempo bastante desapacible.

Como siempre dice un amigo mío: “no existe el mal tiempo sino la ropa poco adecuada”, nos abrigamos y salimos a visitar la preciosa aldea de O Cebreiro.

O Cebreiro es patrimonio incalculable del Camino de Santiago, tanto medieval como reciente. Se trata del primer pueblo del Camino Francés en Galicia, muy atractivo por sus típicas pallozas y su iglesia prerrománica del siglo IX. Se fundó en el año 863, cuando se construyó un hospedaje para acoger a los peregrinos que realizaban el Camino de Santiago y a día de hoy se ha convertido, no solo en un lugar importante para el peregrinaje, sino en un recuerdo de como eran los poblados de antaño.

Sus casas conservan el característico tejado de paja y paredes de piedra, por lo que cuando paseas por sus calles empedradas es inevitable viajar a otra época.
Si tienes la oportunidad, es muy recomendable visitar la casa museo. La entrada es gratuita y podrás ver una casa reconstruida y mantenida fiel a como era antaño.

Pese a lo bonito del lugar, el tiempo nos obligó a volvernos a la autocaravana. El viento norte desplomó las temperaturas y lo que eran unas previsiones de tiempo espléndido, se convirtieron en unas desalentadoras máximas de 11ºC para los próximos días, llegando a bajar por la noche hasta los 4ºC.
A lo largo de la tarde la niebla cubrió el lugar hasta el punto de no verse nada a un metro de distancia…Galicia, es así.
26 de abril: O Cebreiro – Das Ermitas – Ponte Maceira (297km)
La noche del 25 al 26 de abril fue bastante durilla. La niebla, ayudada por un fuerte viento lo cubrió todo, haciendo que la temperatura bajase hasta 1ºC. A lo que, si le sumamos una lluvia intensa, podríamos decir que sí, que fue una noche de poner la calefacción y no salir a disfrutar de las estrellas.
Nos levantamos sin mucha prisa y cuando paseaba a las chuchainas vi aparecer lo que parecía ser un peregrino en bicicleta y forrado como para una ventisca en el Polo Norte. Por la bandera de su manillar, diría que era coreano, pero con la niebla tan cerrada no lo puedo asegurar al 100%. En esos casos no se si es voluntad o no poder escapar, pero sea como fuere, menudo mérito el del ciclista.
Desayunamos, recogimos todo y salimos del aparcamiento sin mayor percance. Insisto en lo de “sin mayor percance”, ya que al ser de tierra y haber llovido tanto, uno de nuestros temores era la de quedarnos atrapados, pero aparqué con visión de futuro y lo hice sobre una zona de gravilla, por lo que no tuvimos ningún percance.
Según íbamos descendiendo, el tiempo fue mejorando y a medida de meter kilómetros incluso vimos el sol, llegando a Das Ermitas con un tiempo muy agradable.

Das Ermitas se encuentra enclavada en la pared de la montaña, al igual que su impresionante santuario, aunque para llegar hasta allí hay que bajar bastante. Os advierto que cuando lleguéis al cruce que baja al aparcamiento ni se os ocurra hacerlo por la vía de la derecha. Debéis seguir el camino de la izquierda, indicado para autobuses y coches, ya que nosotros seguimos al gps y casi nos quedamos encajados entre las casas del pueblo. Por suerte la gente amable de Das Ermitas nos indicaron una mini plazuela para dar la vuelta y volver a salir de esa trampa mortal para autocaravanas.
Pasado el susto, bajamos por el camino de la izquierda y aparcamos en un enorme aparcamiento (42.2917, -7.1354) bien nivelado, con suelo bien firme, bastante sombra y unas vistas espectaculares frente al caudaloso río.
Cogimos los bártulos y, siguiendo la senda fluvial, nos acercamos hasta Das Ermitas.
Lo primero y que más impresiona es su fantástico santuario, enclavado en la roca y desafiando a la gravedad.
A nivel de dato histórico, el Santuario de las Ermitas fue construido en el S. XIII por mandato del obispo de Astorga D. Alonso Messía de Tobar en agradecimiento a haber sido curado de una gravísima enfermedad por la Virgen de las Ermitas, Virgen que se les apareció a unos pastores poco antes de la milagrosa sanación.
Creencias a parte, hemos de decir que el lugar es espectacular y no sólo el santuario, sino que toda la población de Das Ermitas es un monumento en sí mismo. Las vistas que ofrecen del valle son como poco espectaculares.
Además, la gente del lugar es muy amable. Todo el mundo saluda y se les ve orgullosa del lugar privilegiado donde viven.
Sinceramente, la visita merece mucho la pena.
La vuelta la hicimos nuevamente por la rivera del río, visitando el molino y la antigua hidroeléctrica. Además, no había prácticamente nadie, así que fue un paseo de esos que te cargan las pilas.

De nuevo en la autocaravana, valoramos el quedarnos a hacer noche allí, pero no teníamos cobertura móvil y era todavía un poco pronto, así que nos animamos a meter unos kilómetros y avanzar un poco en nuestra aventura por Galicia.
Hicimos otros 200 kilómetros más, dejando atrás algunos destinos que veríamos a la vuelta, pero el objetivo era llegar lo más lejos que teníamos organizado y dejarlo visto lo más turístico antes del puente del 1 de mayo.
Algo cansados por tanta carretera llegamos al último destino para esa jornada, Ponte Maceira.
Irónicamente es el punto exacto donde, debido a una terrible ola de calor, terminamos nuestra anterior incursión por tierras gallegas y podéis leer en el artículo: Costa da Morte en Autocaravana.

Con unos agradables 19ºC y junto a otras autocaravanas, aparcamos en el parking habilitado a la entrada del pueblo (42.9047, -8.7002).
El parking es amplio, cuenta con plazas bien delimitadas y el suelo es bastante firme. El único problemilla es que se encuentra ligeramente inclinado para poder desaguar en época de lluvias, así que procedimos a colocar los calzos.
Una vez todo en su sitio, cogimos a las chuchis, las cámaras y salimos a disfrutar del catalogado como “Uno de los Pueblos más Bonitos de España” y su impresionante puente medieval.

Es un lugar que se ve rápidamente, lo que te deja tiempo para disfrutar de cada rinconcito. Merece la pena pasear sin prisa, detenerse en el puente para perder la mirada en el río y dejar que la corriente se lleve todo el estrés de esta vida moderna.
Nos hartamos a hacer fotos, vídeos y no dejamos rincón sin explorar. Con el alma llena de paz y relax, volvimos a la autocaravana para descargar todo el material multimedia, cenar e irnos a la cama.
27 de abril: Ponte Maceira – Cascadas de Barosa – Combarro (79km)
Está claro que aquello de lo que tratas de huir, te perseguirá siempre. No hicimos más que meternos en la cama la noche anterior y comenzó una verbena con sus fuegos artificiales y toda la parafernalia. No supimos de donde venía concretamente, pero podemos asegurar que no escatimaron ni en wattios ni en pólvora. Menos mal que tenemos costumbre de dormir con tapones y pudimos salvar la situación.
Nos levantamos relativamente pronto, desayunamos, recogimos el tinglado y sobre las 9:00 levantamos anclas para poner rumbo a nuestro próximo destino: las cascadas de Barosa.
La cosa iba bien hasta que el GPS comenzó a meternos por unas carreteras estrechas, bastante reviradas y por una zona natural, pero muy poco recomendables para recorrerlas en autocaravana.
Cuando el asunto comenzó a ponerse peliagudo, decidimos parar y ver en el Google Maps por dónde narices andábamos, pero no había cobertura.

Menos mal que nos graduamos en la academia de los Cinturones de Acero, haciendo prácticas en esas carreteras alpinas, de las que hacen llorar a los conductores más aguerridos, y pudimos desandar parte de esa pista estrecha marcha atrás y conseguimos volver a la civilización sin mayor problema.
Resulta que habíamos tomado mal las coordenadas y el GPS nos llevaba directamente a una campa en medio de un bosque recóndito…menos mal que paramos a tiempo.
Metimos las coordenadas correctas y el TomTom Go Camper nos llevó hasta el parking de la Fervenza del Río Barosa (42.5548953, -8.6359395).
El aparcamiento es de asfalto, bien nivelado y cuenta con muchas plazas, por lo que puede ser un buen lugar para pernoctar. Además, tiene un restaurante cerca, un parque infantil y una amplia zona verde para soltar a los perrillos.
Seguimos la rivera del río hasta el siguiente parking y enseguida llegamos a las famosas cascadas.
La zona está muy bien preparada y está muy chula. Hay numerosos puentes de madera, mesas de picnic y hasta un bar-restaurante con vistas a la cascada.

Todavía era un poco pronto y no le daba bien el sol, así que nos aventuramos por el camino de la derecha y subimos a visitar un par de molinos antiguos en desuso.

Cuando volvimos a la cascada, la afluencia de gente se había multiplicado x20. Se notaba que era domingo, hacía buen día y esa zona, se ve que es muy turística.
Hicimos algunas fotos, vídeos y nos retiramos a la autocaravana a comer.
Antes de irnos, volvimos a la cascada para dar un último vistazo y alucinamos con la cantidad de gente que había “domingueando”.
Contentos con haber podido disfrutar del lugar con menos gente, metimos las nuevas coordenadas en el GPS y en 20 minutos llegamos a nuestro primer destino de costa: Combarro.
Llegamos al Área Servicios gratuita (42.4384, -8.6924) y nos vimos obligados a elegir entre la familia con guitarra o el alemán que fumaba en pipa.
Pensaréis que somos un tanto tikis-mikis pero es que no sabéis la humareda que soltaba el señor…además, estábamos a favor del viento y el humazo nos inundó la autocaravana. Aún así, lo preferimos a esa familia alegre que se esfuerza por amenizar la jornada al resto de viajeros con su guitarra y amplia familia gritona.
Vale, lo reconozco…somos poco amigables.
Echada el ancha, hicimos los 10 minutos de paseo que hay hasta Combarro y sus característicos Hórreos. La pena es que es mejor verlos por la mañana, ya que el sol de tarde les da sombra. Aún así, pudimos disfrutar de sus animadas calles, llenas de turistas pateando cada rincón de la villa marinera.
A la vuelta, en lugar de meternos en la autocaravana, hicimos parte del sendero de la costa, un bonito paseo que bordea la ría y tiene unos 4.5km. Nosotros nos quedamos en la zona del bosque de eucaliptos y desde un banquito muy bien situado, disfrutamos de un precioso atardecer.
Pese a que hacía bastante calor, el viento era algo desagradable, así que volvimos a la autocaravana a descansar, cenar…y ver que nos deparaba la noche en una zona tan ajetreada.
28 de abril: Combarro – Combarro (0km)
Pese a que la tarde anterior fue calurosa, en la zona de autocaravanas Eolo soplaba con ganas, por lo que conseguimos bajar la temperatura y dormir bien a gustito.
Despegamos el ojo a eso de las 8:15, cinco minutos antes de que la sirena de la fábrica que estaba al lado marcara la hora a toda la bahía.
En Álava es festivo por San Prudencio, pero a veces se nos olvida que para el resto del mundo es un día laborable, lo que decenas de mariscadoras reunidas alrededor de nuestra autocaravana nos recordaron.

Jolgorio, risas y con muchas ganas, aprovechando la marea baja, se fueron a hacer su labor diaria.
Mientras tanto, nosotros desayunamos, nos vestimos y salimos a recorrer de nuevo Combarro.

El tiempo nos alertaba de que las temperaturas llegarían hasta los 28ºC, así que no quisimos desperdiciar el frescor que te otorgan las primeras horas de la mañana.
Pese a ser un día laborable, había bastantes grupos de turistas visitando la villa marinera.
Charlamos con algunos de ellos sobre nuestras perruquis, ya que eran canarios y les recordaban a los Presa Canario, pero no, las nuestras son Villanas de las Encartaciones.

Nos encontrábamos reposando el culo en un banquito a la sombra frente al puerto deportivo cuando nos llegó el aviso de que ¡toda la Península Ibérica se había quedado sin luz! En las calles no se hablaba de otra cosa. El famoso apagón nos pilló de viaje en autocaravana, ni tan mal.
Volvimos a la autocaravana a comer y pusimos la radio a pilas que llevamos para amenizar los días y escuchar las noticias. En Álava la electricidad se recuperó en poco tiempo pero en Galicia, hasta la mañana estuvimos totalmente a oscuras y con una noche de 29ºC.
Parece mentira que hacía dos días nos tuvimos que poner toda la ropa de invierno y en ese momento teníamos el Turbovent a tope y todas las ventanas haciendo corriente.
La primavera está loca, pero la de este año…es como si tuviera un brote psicótico.
Después de una buena siesta y cuando bajó algo el calor, volvimos a recorrer el camino de la costa que habíamos tanteado el día anterior y poco más. Cenar y a la piltra, que al día siguiente, tocaba jaleo.
29 de abril: Combarro – Ruta Faro Cabo Home – Ribadavia (146km)
La noche fue tranquila, algo calurosa al principio, pero luego bajó la temperatura hasta el punto de que agradecía una mantita.
Nos levantamos a las 7:00am con intención de ir a primera hora hacia el parking desde donde se inicia la ruta de los faros, pero Namora tenía los ojos un poco más chunguillos que los días anteriores, así que cambiamos de planes.
Mientras cargábamos y descargábamos aguas, Irene localizó una clínica veterinaria de Poio, muy cerca de donde estábamos y además tenía muy buenas reseñas en Google.
La clínica abría a las 10:00 y todavía era un poco pronto, pero nos fuimos acercando. Con la clínica veterinaria localizada, hicimos tiempo aparcados a las afueras de Poio.
A las 9:45 estábamos en las puertas y al de poco tiempo, se acercaron dos chicas muy simpáticas, que eran las auxiliares de la clínica.
Nos atendieron realmente bien y el veterinario, una persona muy pero que muy profesional. Revisó a la perrilla a fondo y en base a todo lo que le contamos, hizo un diagnóstico que encajaba perfectamente con lo que nosotros también sospechábamos; unas garrapatas le han debido transmitir una intoxicación que le estaba afectando a los ojos, hasta el punto de poder quedarse ciega.

Nos dio todo lo necesario y con el tratamiento a cuestas, salimos hacia lo que iba a haber sido nuestro destino inicial, la ruta de los faros.

A la entrada de Danón, el pueblo donde estaba el parking para hacer la ruta de los faros, ponía una señal de tráfico de prohibido circular autobuses y debajo, escrito en una madera…a mano, ponía autocaravanas.
No sabíamos si querían prohibir la circulación a las autocaravanas o que las autocaravanas fuéramos por allí. Sea como fuere, para arriba que fuimos.

La calle no es que sea especialmente ancha, pero se llega al parking perfectamente. Al haber algunos coches en el parking de la Caracola de Donón (42.2708177, -8.8611747), decidimos subir un poco más y aparcar en el segundo de los parkings, más concretamente el aparcamiento de Facho (42.2729848, -8.8616558).
Estábamos solos y las vistas eran espectaculares, pero no os hagáis ilusiones, al ser Parque Natural, la pernocta está prohibida.

Eran las 12:30 y el sol cascaba un poco, así que decidimos dejar a las perruquis en la autocaravana, con el turbovent a tope y aprovechando la rica brisa que pegaba en esa zona.
Seguimos la pista que sale a la derecha del primer parking y en unos 20 minutos llegamos a lo que son los dos primeros faros, el faro Home y el faro de Punta Robaleira.
Además de los faros y la costa en sí, en frente están las famosas Islas Cíes, así que el espectáculo era completo.
Varias docenas de fotos y vídeos después, desandamos parte del camino para atravesar una playa de arena blanca, la playa de Milide, y atajar hasta el tercero de los faros, que tiene de fondo la Bahía de Vigo, el faro de Punta Subrido.
Se estaba haciendo tarde, así que emprendimos la vuelta por el entramado de pistas llegando de nuevo a la autocaravana sobre las 15:30.
Sacamos a las chuchainas para que desfogasen un poco, comimos y en función de la meteo que venía y el ojo chunguillo de Namora, replanteamos un poco el itinerario del viaje.
Al día siguiente por la mañana parecía que el tiempo iba a aguantar, pero por la tarde ya entraría temporal, así que descartamos el plan de hacer al día siguiente la Cascada del río Toxa (42.75604081873786, -8276192981962891) pero lo descartamos y pusimos rumbo al inicio de la parte final del viaje, la Ribeira Sacra, conocida por sus impresionantes paisajes fluviales, especialmente los cañones formados por los ríos Miño y Sil, y por su rica historia y patrimonio, incluyendo numerosos monasterios románicos y viñedos centenarios.
Para salir de la zona aparcamientos se circula en sentido único y ahí entendimos la razón de porqué prohíben autocares…y autocaravanas. Se pasan por unas calles muy estrechas y con alguna curva de 90º que puede hacer sudar a un vehículo grande. Nosotros salimos sin problemas, pero no recomendamos entrar por ahí con vehículos que superen los 6m.
Una vez en la civilización, cogimos ruta y en poco más de una hora llegamos al AS gratuita de Ribadavia (42.2853807, -8.1428828).
El área está al final del pueblo, en una zona arbolada, con aparcamientos delimitados por vigas de madera en el suelo, el cual es de tierra y en caso de llover mucho, puede dar algún susto que otro. La zona de carga y descarga está poco antes de entrar al parking, justo pegado a la última casa a la derecha.
Una vez aposentados, cogimos a las perrillas y bajamos para dar un largo paseo por la rivera del río Avia.
Nosotros habíamos andado mucho ese día, pero las pobres perris no, así que por muy cansado que estés, toca hacer lo que hay que hacer.
Después del paseo, vuelta a la autocaravana para cenar e ir a planchar la oreja, que ese día, nos lo habíamos ganado.
30 de abril: Ribadavia – Castro Caldelas (77,2km)
Salvo por unos perros algo jaleosos, la noche fue muy tranquila, ¡tanto que nos dieron las 9:00 en la cama! Eso no nos pasa ni en casa.

El día se levantó algo plomizo y la temperatura bastante más fresca, así que nos preparamos, cogimos a las perrillas y salimos a visitar Ribadavia.
Su casco antiguo es bastante bonito y pasear por sus estrechas callejuelas resulta hasta divertido. Buscamos esos rincones con encanto que tanto gustan a los Instagramer, disfrutamos de las vistas sobre el río Avia y visitamos las múltiples iglesias que tiene.

Realmente sorprende como una población tan pequeña pueda albergar semejante cantidad de ermitas e iglesias. Eso, junto a la cantidad de grupos turísticos, da una pista de la importancia que tuvo esta localidad.
Finalizamos nuestra visita a Ribadavia paseando por la ribera del río…al final, la cabra siempre tira al monte…jajaja.

Mientras nos preparábamos para partir, las primeras gotas de lluvia comenzaron a llegar y durante nuestro viaje, el mal tiempo se hizo notar.
En poco más de una hora llegamos a lo que sería nuestro destino final para ese día, el AS gratuita de Castro Caldelas (42.3748190, -7.4178180).
Se trata de una plazoleta asfaltada, con sitio para unas 7 autocaravanas, junto a una zona infantil con hierva y cuenta con servicio de carga y descarga de aguas.
Desde el área se puede apreciar el “Castelo de Castro Caldelas”, los restos de un antiguo castillo que vivió tiempos mejores.
El tiempo decidió por nosotros y la intensa lluvia nos obligó a descansar en la autocaravana lo que quedaba de día, algo que no nos vino nada mal.
1 de mayo: Castro Caldelas – Mirador Meandro de Navea – Vitoria (514km)
Tanto el día anterior como durante toda la noche llovió como solamente en Galicia sabe llover y las previsiones para los siguientes días, tampoco es que fueran demasiado alentadoras. Además, el ojo de la pobre Namora no tenía muy buena pinta, así que decidimos adelantar un día nuestra vuelta a casa.

Evidentemente, no teníamos demasiada prisa y era tontería perder la oportunidad de visitar uno de los destinos que teníamos previstos para ese día, así que la vuelta, en lugar de hacerlo por la nacional, nos animamos a volver por la carretera panorámica de montaña que baja por el Cañón del Río Sil, concretamente, la que pasa por el Mirador del Meandro de Navea.
¿Molaría que hubiera sido así, verdad?, bueno, pues la realidad es que si que visitamos esa carretera panorámica, pero no por voluntad propia. Al GPS TomTom Go Camper le dio pena que abandonáramos la zona sin ver ese cañón, así que tuvo a bien organizarnos esa ruta turística por su cuenta y riesgo.
Sin haberlo previsto, nos vimos metidos en 22 kilómetros de carretera estrecha, revirada y con acantilados. La carretera es de doble sentido, pero tan estrecha que la autocaravana cabe justo, justo y si a eso, le sumas las ramas y rocas que se comen parte del trazado, digamos que lo hacen un recorrido interesante, como poco.
A ver, junto a otros miradores, ese ya teníamos previsto haberlo visitado, pero nos parece terrible que sin haberlo buscado y habiendo carreteras principales, un GPS que se supone especial para vehículos vivienda, nos metiera en semejante embolado. Eso sí, las vistas, increíbles.
Después de unos cuantos kilómetros de carretera, llegamos a casa y al día siguiente fuimos al veterinario con Namora. Nos dijeron que, al ser una clínica genérica, no estaban especializadas en oftalmología por lo que debíamos llamar a un especialista. Así lo hicimos, con tan mala suerte que estaban a tope y no nos dieron cita hasta la semana siguiente. Después de muchas pruebas y más medicación, al final tuvieron que quitarle el ojo…pobre…encima que ha pasado una vida de mierda con un maltratador, la vida le sigue dando golpes…ains…
Conclusiones
Nos ha sorprendido mucho esta cara de Galicia, estos pequeños pueblos con encanto e historia y zonas naturales que no llaman la atención del turismo de masas pero que te sorprenden y merecen una visita.
Por las circunstancias, nos ha quedado pendiente conocer más a fondo la Ribeira Sacra pero nos la guardamos para otra escapada.
Hace tiempo que nos hemos cansado de visitar capitales y ciudades grandes, sobre todo yendo con perros que viven en el campo y que están acostumbrados a la tranquilidad. Ni las perrillas ni nosotros aguantamos ya multitudes pero estamos viendo que cada vez es más difícil encontrar lugares tranquilos, sin mucho agobio y accesibles para autocaravanas.
Gastos
- Peajes: 25,7€
- Gasolina: 205,56€