Este vernano de 2025 por fin podíamos salir de España, ya había salido la sentencia del jucio por maltrato contra el anterior dueño de Namora, a la que teníamos en acogida, y otros 3 perros, y por fin pudimos adoptarla. Después, ponerle el chip, lo que nos permitía ponerle también la antirábica, darle las pastillas antiparasitarias internas, obligatorias en muchos países de Europa y vacunarla de todo lo demás. Namora por fin podía viajar hasta el infinito y más allá y nosotros con ella. Así que este año decidimos como destino Países Bajos, un lugar relativamente lejano pero no demasiado, si Namora no se hacía al viaje, al turisteo (tiene bastantes miedos, sobre todo a la gente), en dos días podíamos volver a casa.
Deciros que debido a los miedos de Namora y Brandy (son perrillas de pueblo, están acostumbradas a la tranquilidad), hemos decidido dejar a trás la visita a cuidades grandes y muy turísticas como Amsterdam, Rotterdam, La Haya, etc…La dificultad de dejar la autocaravana cerca del centro y la oblicación de coger un camping a las afueras y utilizar los medios de transporte públicos, también ha hecho que dejáramos su visita para cuando vayamos de solteros, sin perrhijas peludas, ja ja ja…
Como sabréis los que nos leeis, somos más de ver pueblos pequeños donde toda la belleza está concentrada y se disfruta con más tranquilidad. Sí, estamos hechos unos abuelos…
Os dejamos aquí abajo el vídeo resumen de nuestro viaje a Países Bajos en autocaravana.
8 de julio: Vitoria – St. Amand Magnezeix (568km)
Pese a haber dejado casi todo listo el día anterior y habernos levantado prontito, salimos a esa hora que es más propio ir a echar un vermut que ponerse en ruta.
Una vez hechas las últimas comprobaciones y sin tener que volver a quitar la alarma de casa pusimos rumbo hacia nuestro destino: Países Bajos.
Para acceder a cualquier parte de Europa debemos atravesar Francia y sus inevitables peajes, así que ese día fueron kilómetros, peajes, más kilómetros y más peajes.
Tal y como hicimos en alguna otra ocasión, al llegara Burdeos dejamos las carreteras de pago y seguimos rumbo por una ruta alternativa por una serie de autovías y carreteras comarcales.
Normalmente solemos conducir hasta una hora prudencial, las 18:00 aprox, y luego buscamos en la aplicación Parking4Night algún área cercana, la cual nos indicó el área servicios gratuita de St. Amand Magnezeix (46.175198, 1.353378).

El área dispone de carga, descarga y servicios: 2€/1h electricidad o 10 minutos de agua. Además, hay lavandería, fregaderos, aseo y duchas. ¡¡Un lujo!!
¡¡Estas áreas no programadas suelen ser una auténtica lotería, pero en esta ocasión acertamos!!
El área era tranquila, al igual que el pueblo y como plus, está junto a una serie de estanques en una zona verde bastante chula, así que ocupamos la plaza que mejor nos pareció, pusimos la nevera y agarramos a las perrillas para ir a soltar algo de estrés.
Después de pasear, volvimos a la autocaravana para cenar, descargar el material videográfico y acostarnos pronto para seguir ruta al día siguiente.
9 de julio: St. Amand Magnezeix – Bellicourt (542km)
La noche en el área fue muy tranquila y apacible. Nos levantamos temprano, paseamos un poco a las perrillas por la zona de los estanques, desayunamos y…digamos que ahí se acabó lo bueno y comenzaron una serie de pequeñas catástrofes…bueno, y alguna no tan pequeña.
Arrancamos y decidimos seguir por carreteras sin peajes, el problema vino porque, debido a un error en la programación de las opciones del TomTom Camper Go, hizo que evitara a toda costa las autopistas, autovías y se empeñara en meternos en carreteras bastante estrechitas.
No es que nos importe ese tipo de viaje, pero cuando tienes por delante un par de días de conducción pura, el no avanzar y tener que estar con todos los sentidos en que un camión no te tire a la cuneta, digamos que te agota.
Debido a ese error en el GPS, acabamos metiéndonos de lleno en una zona de obras en Orleans. Nos vimos atrapados en una arteria altamente colapsada, donde los conductores estaban bastante desquiciados y acababan por hacer auténticas barbaridades.
Intentamos hacer un cambio de sentido para unirnos a la autopista, pero debido al caos acabamos por atravesar una estación de servicio de un centro comercial con una salida tan estrecha, que por no llevarme la cabina de pago acabé dándole al quitamiedos con el lado del copiloto. Paramos en medio para valorar daños rápidamente y…bueno, digamos que amortizaremos la franquicia de nuestro seguro con Campercover: lateral abollado, puerta rayada, embellecedores partidos, puertas de entrada y wc marcadas. Ah, y como no podía ser menos, piloto de gálibo hecho añicos. El punto positivo, que podíamos circular y si no te fijabas mucho, digamos que podía pasar desapercibido, así que seguimos.
Enganchamos la A71 dirección París y ahí vino la segunda del día…el GPS, en lugar de rodear la ciudad, nos metió por todo el medio de París…¡¡oh, lala!!.
Irónicamente no había excesivo tráfico y atravesamos la ciudad del amor relativamente rápido, aunque ya os digo, que podría haber sido algo dramático y esperemos que al llegar a casa no nos este esperando ninguna multa por el tema de la etiqueta ecológica, ya que nuestra autocaravana lleva la B, que es lo más parecido a ir acabando con el planeta tierra a cada kilómetro de conducción.
Salvado ese segundo escoyo, paramos en una gasolinera de la autopista a comer, recomponernos y antes de seguir ruta, buscamos un área tranquila para dormir, ya que se nos había liado tanto el viaje que tardaríamos un día más de lo previsto en llegar a Países Bajos.
Ay madre, dónde estarán aquellos años en los que en una tirada atravesábamos París y al final de la segunda jornada estábamos en la frontera con Dinamarca…
Abandonamos la autopista para adentrarnos 40 minutos tierra a dentro hasta llegar al área gratuita de Bellicourt (49.9514863, 3.2352520).

El área asfaltada comparte espacio con parking para coches y cuenta con 4 aparcamientos para autocaravanas, 2 bien nivelados y otros dos más inclinados. Cuenta con un poste servicios donde se puede recargar agua por 3€. De todas formas, en caso de estar ocupadas las plazas, no creo que hubiera problema en aparcar en algunas de las de coche, así que podrían caber un total de 12 autocaravanas con un poco de respeto y paciencia. En nuestro caso, estuvimos totalmente solos, así que tampoco parece que sea una zona excesivamente visitada.
Una vez aposentados, agarramos a las perruquis y salimos a visitar el canal navegable subterráneo que inauguró el mismísimo Napoleón en 1810 y después alargamos el paseo por una de las vías verdes que hay justo encima del canal.
De vuelta en la autocaravana, intenté sustituir el piloto de galibo roto, pero no me quedaban repuestos, así que lo tapé con cinta americana y en caso de encontrar un lugar de recambios durante el viaje, ya lo arreglaría.
Y poco más para ese día, cena y prontito a la cama para continuar con el viaje.
10 de julio – Bellicourt – Oosterschelde Barrier -Roompot Beach Resort (Kamperland) (275km)
Después de otra noche bien tranquila, no hace más que corroborar que merece la pena hacer algunos kilómetros de más para buscar un buen lugar de descanso.
Desayunamos, paseamos a las perruquis y de nuevo a la carretera.
Nos encontramos cerca de la frontera con Bélgica, a la cual pasamos sin darnos cuenta. Estábamos atentos para grabar el paso fronterizo, pero para cuando nos dimos cuenta, ya habíamos abandonado el suelo francés y nos encontrábamos bajo el dominio belga.
El paso a Países Bajos fue exactamente igual. En poco más de una hora cruzamos Bélgica y sin darnos cuenta ya estábamos en nuestro país destino.

Era relativamente pronto, así que en lugar de ir a donde descansarían nuestros huesos esa noche, fuimos a visitar el Oosterschelde Barrier.
Oosterschelde Barrier: una maravilla de la ingeniería holandesa
La Oosterschelde Barrier es uno de los proyectos de ingeniería hidráulica más impresionantes del mundo y una pieza clave del Plan Delta, creado tras la devastadora inundación de 1953. Esta gigantesca estructura se extiende a lo largo de más de 9 kilómetros entre las islas de Schouwen-Duiveland y Noord-Beveland, y está compuesta por 62 compuertas móviles que normalmente permanecen abiertas para mantener el equilibrio ecológico del estuario, pero pueden cerrarse cuando hay riesgo de tormenta o subida del nivel del mar.
Visitar esta zona no solo impacta por la magnitud de la obra, sino también por su integración con el entorno natural. En el centro de visitantes Deltapark Neeltje Jans, se puede aprender en profundidad cómo funciona el sistema, explorar un trozo real de la barrera desde dentro y ver imágenes históricas de la inundación. Además, el lugar está rodeado de rutas para caminar o ir en bici con vistas al mar y zonas donde observar focas y aves marinas. Un sitio perfecto para reflexionar sobre cómo la ingeniería puede convivir con la naturaleza.
Aparcamos frente al mar (51.6383202, 3.7045967), en plan “postalita de la Vanlife”, paseamos por los diques, vimos unas cuantas focas tomando el sol en los pequeños embarcaderos en lo que el google translator tradujo como “vivero para focas”, paseamos entre los enormes aerogeneradores característicos de este país e incluso sacamos la mesa y las sillas para comer frente al mar. Como no todo iba a ser perfecto, la pernocta está prohibida en todo el país, salvo en zonas habilitadas para ello y el cartel de prohibido autocaravanas de 21:00 a 06:00 nos lo recordó
La prohibición no nos pilló por sorpresa y ya lo habíamos tenido en cuenta a la hora de organizar el viaje, así que fuimos a un área cercana que teníamos localizada.

Llamadnos paletos, pero al llegar nos quedamos alucinados. Se trata de uno de los resort vacacionales más grandes que hemos visto nunca, concretamente el Roompot Beach Resort (51.5896049, 3.7159451). En la primera línea de entrada a resort se encuentra el área de autocaravanas (15€ noche, servicios+luz incluidos), después, accedemos a la zona de roulots, módulos y bungalows. Según vas avanzando y acercándote al mar, la cosa va subiendo de nivel y llegas a una zona de chalets pareados, junto al puerto deportivo. Finalmente, una vez llegas a la playa, te encuentras una serie de chalecitos individuales construidos sobre la arena, en la misma playa, de esos que te hacen pensar en la cantidad de permisos medioambientales habrán tenido que solventar para lograr los permisos de construcción.
Además, el resort cuenta con piscina climatizada, zona de juegos, restaurantes, tiendas…vamos, toda una ciudad de vacaciones.
Después de babear un rato, volvimos a la zona de los pobres…quiero decir a la autocaravana, ya que nos habían dicho que el chico que cobra pasaba sobre las 20:00. Al final, pasó a las 21:00 y nos dio la opción de pagar con datáfono o efectivo los 15€.
A partir de ahí, poco más. Ducha, cena y a planchar la oreja, que al día siguiente, otro día lleno de aventuras amanecería.
11 de julio – Roompot Beach Resort (Kamperland) – Kinderjik – Bonrepas (143km)
Salvo por unos mosquitos puñeteros que nos dieron guerra, la noche en el área del parking fue relativamente tranquila. Aunque hubo algo de jaleo por la tarde noche, a eso de las 22:00 todo el mundo se “guardó”. La puñeta fue un maldito palomino, que se pegó toda la noche “gruuu-gruuu, gruuuu-gruuuu”. Mi instinto era salir y pegarle una pedrada, pero me aguanté por no dar una mala imagen de los vascos a esta gente tan civilizada.
Nos levantamos a las 7:30, paseamos a las perris, desayunamos y aprovechamos para hacer los deberes con el agua y el WC y nos pusimos en marcha.
Para la persona que vaya al volante, os voy a dejar un dato sobre las rotondas de este país. La mayoría son de un solo carril, pero las que tienen dos carriles, están separadas por un bordillo elevado, para evitar que nadie se salga de su camino. Bueno, no es por vanagloriarme, pero yo entre por el carril interno, a media rotonda me dio un tabardillo de “mierda, me he equivocado” y no se como salí por una zona sin bordillo. No la lie más gorda, porque la gente conduce relativamente despacio y son educados, pero…pffff. El punto positivo es que existen unos cuatrocientos millones de rotondas, por lo que tendrás la oportunidad de practicar hasta que te salga bien…jajaja. Hecho este inciso, sigo…

En cosa de 1h aprox., llegamos a nuestro primer destino, Kinderdijk.
Kinderdijk es uno de los paisajes más icónicos y fotogénicos de los Países Bajos. Situado en la provincia de Holanda Meridional, este conjunto de 19 molinos tradicionales del siglo XVIII forma parte del sistema de gestión del agua que los neerlandeses han perfeccionado durante siglos para mantener el país seco. Lo curioso es que los molinos no solo servían para drenar el agua, sino también para mantener el equilibrio entre el nivel del río y las tierras bajas. Desde 1997 es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y hoy se pueden recorrer sus senderos y canales a pie o en bicicleta, entrar en algunos molinos-museo y descubrir cómo vivían las familias molineras que trabajaban allí.
Kinderdijk significa literalmente “dique de los niños”, y debe su nombre a una leyenda del siglo XV: durante una gran inundación, conocida como la «inundación de San Eligio», se encontró una cuna flotando con un gato saltando de un lado a otro para mantenerla en equilibrio y evitar que se volcara. Dentro de la cuna, había un bebé dormido. Esta historia simboliza la eterna lucha de los neerlandeses contra el agua y se ha convertido en parte del folclore local. Se puede ver una escultura cerca de la entrada que rememora esta leyenda.
El parking habilitado para autocaravanas (51.8871869, 4.6579260) está a unos 15 minutos andando del centro neurálgico en cuestión y cuesta 9,50€, los cuales se pagan a través de una página web cuyo link lo obtienes del QR que hay en la caseta de información. La pernocta está prohibida, pero tienes un poste servicios gratuito para poder reponer y descargar.

Bien aposentados, cogimos los bártulos y por el carril bici que hay encima del dique junto al canal, llegamos al parque en cuestión.
Hay la opción de sacar un ticket para visitar un molino museo, entrar en las instalaciones e incluso pasear en barco por el canal, pero como íbamos con las perruquis, simplemente paseamos y vimos los molinos desde afuera.
La cantidad de gente que había era significativa y el volumen de turistas orientales nos dio la perspectiva de que se trataba de un sitio muy turístico.
La verdad es que el sitio está bien chulo, con sus paseos entre los canales, la vista de los molinos…muy recomendable. Además, hay gran variedad de aves, en su mayoría palmípedas, que te acompañaran en cada rincón.

Después de no dejar ni un palmo sin visitar, cogimos una caja de fresas en un puesto de la entrada y quitamos un poco “la gusa” antes de volver a la autocaravana, las cuales estaban espectacularmente buenas.
Una vez en la autocaravana, comimos y pusimos rumbo a lo que sería nuestro lugar de pernocta, una granja de esas en las que llegas, te aparcas donde mejor te parece y luego pasa el granjero a cobrarte (51.9616235, 4.8447461).
El suelo es de hierba, por lo que, si ha llovido o va a llover y no tienes buenos neumáticos, casi mejor abstenerse pero por otro lado, el dueño tiene muchos tractores así que si te quedas atascado…»No problem». No existen servicios de descarga de grises ni negras, aunque si da la opción de enchufarse o cargar agua. El precio son 13€ + 2€ de impuestos por persona + 2.5€ en caso de coger la opción de luz, algo bastante razonable para la zona.
La granja está en Bonrepas, cerca de lo que sería nuestro destino para el día siguiente: Gouda, sede del famoso queso de igual nombre.
12 de julio: Bonrepas – Gouda – Huizen (85km)
Contra todo pronóstico y pese a estar junto a un establo de vacas, la noche fue muy tranquila y dormimos a pierna suelta, al menos yo…porque Irene casi me estrangula por los ronquidos, aunque que yo sepa…no ronco…jijiji.
Nos levantamos a las 8:00am y matamos a un par de mosquitos ninja, que nos picaron durante la noche, porque tenían bastante sangre cuando los espachurramos. Después, paseamos malamente a las perruchis por la carretera sin arcén, ni un sitio digno para que puedan desfogar un poco, desayunamos y nos pusimos en marcha.
El granjero no pasó a cobrar, así que fuimos educados y antes de abandonar el recinto, metimos los 17€ en un sobre improvisado, en el que pusimos la matrícula, tipo de vehículo, ocupantes y le dábamos las gracias por acogernos en su terreno durante esa noche y los dejamos en la caseta de la entrada, junto al libro donde firman las visitas y tienen muchos productos que elaboran ellos y que puedes comprar (leche, queso, mermeladas)…
Con la conciencia tranquila dirigimos nuestras ruedas a la ciudad que dio nombre al famoso queso, Gouda.
Gouda es mucho más que el famoso queso que lleva su nombre. Este encantador pueblo neerlandés, situado entre Róterdam y Utrecht, conserva un precioso centro histórico lleno de canales, casas con fachadas típicas y calles empedradas que invitan a pasear sin prisa. Uno de los mayores atractivos es su plaza principal, donde se encuentra el ayuntamiento gótico del siglo XV, una joya arquitectónica con detalles tallados y un carrillón animado que se activa cada media hora. También merece la pena visitar la iglesia de San Juan (Sint-Janskerk), conocida por sus impresionantes vidrieras renacentistas, las más grandes del país.
Pero si hay algo que no puedes perderte, es su famoso mercado del queso, que se celebra los jueves por la mañana durante los meses de verano (de abril a agosto). Aquí, además de ver la puesta en escena tradicional de la venta de quesos con trajes típicos, puedes degustar distintas variedades y disfrutar del ambiente festivo. Por cierto, no solo de queso vive Gouda: también es cuna de las velas hechas a mano y los famosos stroopwafels, esas deliciosas galletas rellenas de sirope de caramelo que te harán repetir.
Llegamos en cuestión de 15 minutos y aparcamos junto al canal que bordea la ciudad (52.0127207, 4.7041125), donde hay bastantes aparcamientos y si pillas uno doble vacío, la autocarvana cabe sin problemas. Eso sí, deberás ajustarla mucho al bordillo para que sobresalga lo menos posible, ya que en esas vías comparten carril los vehículos a motor, las bicicletas y la circulación es muy intensa.
Buscamos un poste de pago que estaba en una calle perpendicular, introdujimos nuestra matrícula y pagamos algo más de 7€ por 2h15m. (3€/hora – 15€/día).

Ahora sí que sí, nos dirigimos al centro de Gouda para ver su famoso casco histórico.
Después de callejear un poco, llegamos a la plaza central, donde se encuentran la catedral, el ayuntamiento, la oficina de información y…¡un pedazo de mercado con el cual no esperábamos encontrarnos!. Sabíamos que no íbamos a coincidir con el mercado del queso que es tan famoso y, casi lo preferíamos para evitar aglomeraciones, pero nos dimos con un canto en los dientes. Toma mercado.
Fue una auténtica locura andar por allí con las perrillas (son de pueblo, así que no están acostumbradas a tantos estímulos a su alrededor), entre tanta gente y las bicicletas levantándote el tupé. Además, con tanto puestecito, era complicado poder apreciar los edificios que tanto caracterizan a esta ciudad.
Hicimos lo posible para poder ver con detalle los edificios más significativos, pero no fue fácil y para colmo, en la calle que rodea la catedral, los perros tienen el paso prohibido, así que tuvimos que hacer turnos para poder ver la zona y que uno de nosotros se quedara con las chuchis.
Después de un par de vueltas de reconocimiento, nos fuimos aventurando por las calles de alrededor, haciendo nuestra característica batida en la que no dejamos ni un adoquín sin apreciar. Este símil me viene al pelo para destacar una serie de adoquines metálicos con los nombres de los judíos que fueron ejecutados durante la Segunda Guerra Mundial que te puedes encontrar en el suelo de algunas calles.

Poco a poco fuimos ampliando nuestro círculo y acabamos por el radio exterior para visitar un par de molinos tradicionales que se pueden visitar, pagando, claro, y llegando al «puerto» de Gouda donde había atracadas un montón de embarcaciones de madera preciosas y que iríamos viendo en siguientes lugares.
Se nos pasó ligeramente la hora del parking, pero no hubo consecuencias aparentes, así que arrancamos y nos dirigimos a una hora de allí, a Huizen, donde teníamos localizada el área para nuestra próxima pernocta.
El área de Huizen (52.308602, 5.240063) cuenta con 9 plazas bien amplias, bien niveladas y con suelo de rejilla de cemento con hierba junto a un espacio verde. El precio es de 10€/noche, el cual se abona en la web que te sale en el QR que hay en los postes repartidos a lo largo del área. Los servicios están en un poste a la entrada y son gratuitos, así que puede ser un buen punto de recarga, aunque no vayas a pasar la noche.
Eran las 14:30 cuando llegamos, así que preparamos una buena ensalada de lentejas, sacamos la mesa y comimos junto a la autocaravana, aprovechando que habíamos pillado una zona con sombra.
Después de comer dimos un paseo por los caminos de la zona natural boscosa que hay justo al lado y por el que van cantidad de locales a pasear, andar en bici y pasear a sus perros. Cogimos el camino que va a la derecha por donde se ve el mar y como íbamos solos, pudimos soltar un poco a las bestias pardas que nos acompañan para que soltaran el estrés acumulado en Gouda.

Con las perris más relajadas, nos acercamos hasta el puerto y zona deportiva que hay justo al lado y que tiene unas casitas preciosas de colores, parece sacado de una película. Como dato curioso, estaban preparando un tinglado enorme para lo que parecía algún tipo de juegosa acuáticos Xtrem que tenían pinta de celebrarse al día siguiente.
El centro del pueblo antiguo se encuentra a unos 20 minutos del área, pero estábamos cansados y, tras la habitual cacería de mosquitos, dimos por finalizado el día. A la entrada de Huizen hay un Lidel bastante grande pero nosotros no necesitábamos nada por el momento así que no entramos.
13 de julio: Huizen – Naarden – Huizen (125km 13km)
La racha de noches tranquilas se rompió en Huizen. Teníamos unos vecinos área muy jolgoriosos en un piso que hay detrás del área, con una mujer que se reía mucho y muy alto, hecho al que no dimos importancia hasta que eran altas horas de la madrugada y la mujer seguía partiéndose la caja de risa.
Curiosamente, eran las 06:00am cuando empezamos a oír más risotadas y una serie de golpes de puertas de vehículos abriéndose y cerrándose, pero no penséis que fueron uno o dos portazos, sino que aquello fue exagerado.
A las 07:00 am decidimos levantarnos y para nuestra sorpresa estaban montando un mercadillo enorme justo en la campa de al lado del área, lo que explicaba tanto portazo y tanta risa.
Según corrimos la cortina de la cama, tres chupasangres salieron volando, torpes de lo gordos que estaban. Evidentemente, espachurramiento y a la basura. Nos sorprendía como era posible que, pese a la minuciosa cacería nocturna, siguiera habiendo mosquitos que no viéramos.
Desayunamos, sacamos a las perrichunis por el bosque de enfrente y, ya que estábamos despiertos gracias al mercadillo, decidimos acercamos a verlo, pero nos dijeron que no abría hasta las 09:00am y que había que pagar entrada, ¡3€/persona, 5€ la pareja!. Aquí se paga por todo, es una pasada. Es como si quieres entrar en el supermercado y te cobran por entrar, compres o no compres nada.
No íbamos a esperar media hora y encima pagar, así que recogimos, arrancamos y nos acercamos al poste servicios para cambiar aguas y vaciar el químico.

Después pusimos las coordenadas de nuestro siguiente destino: la ciudad fortificada de Naarden.
Casi una hora y 65 kilómetros después de conducción, vimos aparecer al fondo un molino que nos resultaba familiar…¡¡mierda!! Habíamos metido las coordenadas de la granja donde habíamos dormido un par de noches atrás…Nada, cosas del directo…jajaja.
Arreglamos lo de las coordenadas y desandamos el camino recorrido para llegar a nuestro destino, el cual se encontraba exactamente a 6,5km del área donde habíamos dormido…ains…estamos mayores…
Anécdotas a parte, aparcamos en un parking gratuito que está justo a fuera de las murallas (52.2915333, 5.1672415) y en cuestión de 5 minutos ya habíamos cruzado el arco de entrada a la ciudadela. Hay algún parking dentro de la fortaleza pero con la autocaravana no queremos meternos en camisa de once baras, aunque había algunas aparcadas.
Naarden, una de las ciudades fortificadas mejor conservadas de Europa, es una joya para los amantes de la historia, la arquitectura militar y los paseos tranquilos. Su característica forma de estrella, visible perfectamente desde el aire, está rodeada por fosos y murallas que datan del siglo XVII, cuando formaba parte de la línea de defensa holandesa. Pasear por sus empedradas calles es como viajar en el tiempo: la ciudad aún conserva su trazado original, con bastiones, puertas monumentales y un ambiente sereno.
Uno de sus puntos más interesantes es la Gran Iglesia de San Vito, donde ocasionalmente se celebran conciertos debido a su excelente acústica. Además, se puede visitar el Museo de la Fortaleza (Nederlands Vestingmuseum), ideal para comprender cómo funcionaba la defensa de la ciudad y explorar los túneles subterráneos. Es una visita perfecta para quienes buscan algo diferente cerca de Ámsterdam, sin las multitudes de los lugares más turísticos.
Paseamos por sus estrechas calles, recorriendo el perímetro de fuera hacia adentro, para garantizar que no nos dejábamos ni un solo rincón por visitar. Las casas son preciosas, cada una con su toque floral, sus colores en puertas y ventanas, sus detalles arquitectónicos…nos recordaron a los pueblos ingleses. Hay un pequeño canal que entra en el pueblo desde el canal exterior con dos puentes y una empresa de paseos en barco que te lleva por los canales.
Tratamos de hacer una vista aérea con el dron para poder apreciar la forma característica, pero la limitación de altura de vuelo de 120m no nos lo permitió. Aún así pudimos sacar unas tomas muy chulas.
El paseo por las calles de Naarden se nos hizo un tanto tedioso por culpa de las bicicletas y los coches. Casi nadie se mueve andando, todo el mundo lo hace en bici o en coche y al final, pasear por calles con las aceras estrechas ocupadas por macetas o vehículos subidos, apartándote al paso de los vehículos y esquivando bicis que salen a toda leche de cada rincón, todo ello con dos perris de pueblo, que se asustan con todo…digamos que no disfrutamos al 100% de la experiencia.
Vista la ciudad, volvimos a la autocaravana y, aunque eran casi las 15:00, al estar tan cerca del área donde habíamos dormido esa noche, decidimos volver a ella para pernoctar ya que las opciones que vimos alrededor de Zaanse Schans, que era nuestro siguiente destino, no nos gustaban mucho y ésta estaba bastante bien, era barata y a 40 minutos en coche del destino. Cuando llegamos, nos pusimos a comer tranquilos y descansar nuestros huesos por esa jornada.
Al llegar al área, nos encontramos con el guardiamarina encargado de controlar los vehículos aparcados. Charlamos un rato con él y, cuando se aseguró de que íbamos a pagar la pernocta, se fue.
Por la tarde, dimos un paseo por el bosque para que volvieran a desfogar las señoritas y después fuimos hasta el puerto. Estuvimos un rato bien largo en un banquito (muy solicitado, por cierto) al final del embarcadero viendo los barquitos entrar y salir. Se estaba de lujo con el solete y el airecito marino viendo pasar variados tipos de patos y aves de la zona.
A la vuelta, el mercadillo ya estaba totalmente recogido, por lo que esa noche se esperaba algo más tranquila. Al final de la tarde llovió un poco, pero la temperatura seguía siendo muy agradable. A ver qué tal la noche…
14 de julio: Huizen – Zaanse Schans – Shimonehoeve (72,5km)
Esa noche fue algo más tranquila, aunque a las 06:00am hubo bastante movimiento de coches, ya que lo que el día anterior había sido un mercadillo, ese día era el parking del evento Xtrem de las rampas y chorros de agua que habían estado montando y probando unos días atrás.
Por cierto, tampoco nos libramos de los mosquitos…por si os lo estabais preguntando.
Esta visto que esta gente es la que le da cuerda al gallo para que cante y coloca las calles por las mañanas.

Arrancamos y en pocos kilómetros llegamos a la famosa ciudad museo de Zaanse Schans, más concretamente a un parking gratuito (52.4688740, 4.8039906) que hay junto a la estación de tren y a escasos 5 minutos andando del lugar de interés.
El cielo estaba bastante gris, pero hacía calor, así que no cogimos los paraguas ni los chubasqueros…que se note que somos gente del norte, ¡¡kóntxale!!
Zaanse Schans es uno de los lugares más pintorescos de los Países Bajos, una especie de museo al aire libre que te transporta al siglo XVIII. Aquí se conservan y funcionan todavía auténticos molinos de viento tradicionales, muchos de ellos visitables, como el de especias, el de pigmentos o el aserradero. Además de los molinos, el pueblo está lleno de casitas verdes de madera típicas de la región de Zaan, talleres de zuecos, queserías artesanas y panaderías antiguas, todo ambientado como en la época.
Este enclave fue creado en los años 60 con edificios trasladados desde otros puntos de la región para preservar el patrimonio cultural e industrial de Holanda. Aunque es bastante turístico, conserva ese aire encantador y fotogénico que lo convierte en una parada obligatoria si te interesa la historia neerlandesa y las tradiciones locales. Se puede recorrer fácilmente a pie o en bici, y la entrada es gratuita (aunque algunas casas o molinos tienen coste).
Al llegar al pueblo, nos impresionó la cantidad de gente y de nacionalidades tan variadas que había por allí. El día estaba claro que pondría a prueba a las chuchainas y a nosotros mismos, que estamos un tanto asilvestrados.

Con paciencia y respeto, siempre apartando a las Brandy y Namora, para que no molesten a nadie, fuimos avanzando en la vorágine de gente.
Hay que reconocer que el sitio está chulísimo y parece un decorado de cuento, pero no, son casas y molinos reales que los han desmontado y vuelto a montar en ese lugar para crear un recuerdo de como eran las construcciones clásicas de Países Bajos.
Enredamos entre las callejuelas, unidas entre sí por coquetos puentes, todo muy bien decorado y restaurado.

Después seguimos por el dique junto al cual están los molinos de varios siglos de antigüedad, algunos de los cuales se pueden visitar, al igual que contratar paseos en bote por el canal para disfrutar de las vistas desde otra perspectiva.
Intentamos seguir por el camino habilitado para peatones, pero había tanta gente y tanto instagramer, que andar se convirtió en un deporte de riesgo, así que bajamos a la carreterita para bicicletas y, pese a ir con mucho cuidado y por la esquina, nos ganamos alguna pequeña reprimenda…bien merecida, pero con estas dos morlacas andar por una vía que no llega a un metro de ancho, en altura…pues se hace bastante tedioso.
Para colmo, llevaba unos días moqueando ligeramente, pero ese día en concreto era como una olla express, soltando presión cada dos minutos. Los estornudos, el moqueo incesante y cargazón de cabeza me hizo pensar que tal vez me hubiera resfriado, pero al escuchar a otra tanta gente también estornudar y moquear, me dio la pista de que tanto verde había desatado mi alergia al pólen primaveral.
Después de un par de vueltas al complejo, visitar el museo del zueco y ver una desmostración (muy recomendable) y llegando a la hora de comer, nos retiramos a la autocaravana para hacer lo propio y descansar un poco, ya que esos sitios tan masificados con perros, agotan.
Antes de seguir ruta, nos dirigimos a un supermercado grande que había bastante cerca para avituallar y reponer algunas cosillas que comenzaban a escasear.
El “Albert Heijn Koog aan de Zaan”, que es como se llama el súper, está debajo de la autovía, por lo que nos costó un poco acertar con su localización, pero finalmente aparcamos en el parking (52.4639083, 4.8102609), compramos más tonterías que cosas nutritivas y algunos productos veganos y seguimos ruta.
Nuestro destino final para ese día fue el parking gratuito de una fábrica de queso, en la cual se permite la pernocta de autocaravanas de 17:00 a 09:30 (52.4876791, 5.0348165).
El aparcamiento es bastante grande, aunque para cuando llegamos nosotros, sobre las 18 horas, ya estaba bastante lleno de autocaravanas. Aún así, no tuvimos problemas para aparcar.
Una vez aposentados, cogimos a las perris y salimos a dar un paseo por la pequeña carretera que pasaba por la entrada del parking, hacia Volendam, de esos que nos gusta a nosotros, con poca gente, rodeados de espacio natural y como premio, pudimos disfrutar de algunas casas individuales y granjas bien chulas, canales llenos de distintas especies de palmípedos con sus crías y la guinda del pastel, un molino antiguo de 1896, De Kathammer, el cual puso en marcha el molinero para una visita turística que tenía en ese momento.
Concluimos el paseo cuando llegamos a la población de Volendam, que junto a la de Edam, eran las visitas que teníamos programadas para próximo día.
De vuelta en la autocaravana, descargar el material videográfico, escribir la crónica del día, gastar varios paquetes de cleanex y después de cenar, a la piltra.
15 de julio: Shimonehoeve – Volendam – Edam – Marken – Shimonehoeve (36,5km)
Durante la noche y quitando los malditos mosquitos, la gente del área estuvo tranquila, pero a primera hora de la mañana se pusieron a trabajar en las obras que estaban haciendo justo al lado nuestro. Pero no creáis que eran unas obras ligeras, no…dos excavadoras moviendo tierra, otra picando el suelo y un batallón de obreros bien afanados.
El punto positivo, es que no nos dormimos…
Desayunamos, sacamos a las perrichunis y nos dirigimos al cercano parking gratuito 52.4931019, 5.0657219) de nuestra primera visita del día: Volendam.

Aparcamos la autocaravana donde menos molestaba ni sobresalía de la plaza, pusimos parasoles, pasamos la nevera a gas, cogimos las maletas de cámaras, drones, atamos a las perreznas y cuando salimos vemos un cartel que advertía que el aparcamiento estaba limitado a 1,5h.
¡Mierda! Nos disponíamos a movernos a otro parking cercano que visitamos el día anterior y salvo un cartel de “vigila tus pertenencias, no nos hacemos cargo en caso de que te las roben”, no vimos limitación de tiempo ni que se pagara. Menos mal que se nos encendió la bombilla y preguntamos a una mujer muy amable sobre el parking y nos confirmó que era libre y se podía aparcar todo el día sin problemas. Lo de la limitación era porque antes había un supermercado, pero lo habían quitado y con él, la limitación, así que, más tranquilos, salimos a visitar este famoso pueblo costero.
Volendam es un encantador pueblo pesquero a orillas del lago IJsselmeer, muy cerca de Ámsterdam. Es famoso por sus casitas de madera de colores, sus barcos tradicionales y por conservar el estilo de vida marinero de antaño. También es típico ver a algunos locales (sobre todo en eventos o tiendas para turistas) vestidos con trajes tradicionales holandeses, con gorros de encaje y zuecos de madera.
Durante los siglos XIX y XX, Volendam fue un lugar muy visitado por pintores y artistas por su luz especial y su estética pintoresca. Hoy en día es muy turístico, pero sigue teniendo mucho encanto. Puedes pasear por el dique (el paseo junto al agua), comer un arenque crudo al estilo holandés o unos kibbeling (trozos de bacalao rebozado), visitar el puerto lleno de barquitos o incluso hacerte una foto con el traje típico en uno de los muchos estudios del pueblo.
Una curiosidad: aunque Volendam parece un pueblo pesquero costero, en realidad ya no tiene mar, porque el mar Zuiderzee se convirtió en lago cuando se construyó el dique Afsluitdijk en 1932. Aun así, ha sabido mantener viva su tradición marinera.
Callejeamos un poco junto a los canales y llegamos al puerto, donde había una vida turística en pleno apogeo. Las tiendas de suvenires, quesos y demás cosas típicas, eran un atractivo para las hordas de turistas que venían en los tours organizados.
Visitado el puerto y las calles del interior (que no tienen tanto encanto), nos sentamos en uno de los banquitos del puerto a descansar y deleitarnos con las entradas y salidas de las embarcaciones y babeando con algunos yates de lujo que había allí atracados. Una vez cargadas las pilas, volvimos al parking y dirigirnos con nuestra autocaravana al siguiente punto de nuestro recorrido: Edam.

Los pueblos están bastante cerca, pegado uno al otro, así que en menos de 10 minutos ya estábamos aparcados y comiendo.
La autocaravana la dejamos en otro parking gratuito (52.5119520, 5.0430599) que, al igual que el anterior, se encuentra a escasos 5 minutos del meollo. Es un parking pequeño y hay pocos espacios donde poder aparcar la autocaravana sin molestar, pero bueno, es lo que hay. Tuvimos la suerte de encontrar un espacio con jardín en la parte trasera para poder meter el culo de la autocaravana lo máximo posible.
Edam es un encantador pueblo con fama mundial gracias a su famoso queso. Pasear por sus calles adoquinadas y canales tranquilos es como retroceder en el tiempo. Durante siglos, Edam fue un próspero puerto comercial y un importante centro quesero, y aún conserva el ambiente tradicional con casas del siglo XVII, muchas de ellas torcidas, y puentes levadizos. La antigua balanza de quesos, donde todavía se celebran mercados de queso en verano, es uno de los lugares más curiosos para visitar. Además, puedes entrar en pequeñas tiendas y museos dedicados al queso para conocer cómo se producía y comercializaba este icono holandés. Es un lugar ideal para disfrutar de la Holanda más auténtica, sin multitudes.
No sé cómo decir esto pero, Edam le da mil vueltas a Volendam en cuanto a encanto se refiere.
Nuestro consejo es que, si no queréis dedicar demasiado tiempo a esta zona, invirtáis más tiempo visitando Edam y luego visitéis el puerto de Volendam. Bueno, ese es nuestro parecer, que luego podéis hacer lo que os de la gana…por supuesto.
Siguiendo los canales pateamos bien todas sus calles, rincones con encanto e incluso llegamos hasta el puerto. Lo único que dejamos sin ver fue el Fort Bij Edam, un fuerte militar del s. XIX patrimonio de la UNESCO, porque el tiempo se estaba poniendo raruno, así que volvimos a la autocaravana y probamos suerte con el aparcamiento de la isla de Marken, lugar que iríamos a visitar al día siguiente.
Hay un aparcamiento de pago que cuesta 15€ todo el día, pero donde es posible dormir en su gratuitamente de 20:00 a 08:00 (52.4563228, 5.1047990). Además, como estaba cerca de la fábrica de quesos donde habíamos dormido la noche anterior, si no nos convencía podríamos volver a tierras conocidas.
Llegamos y, pese a haber varias autocaravanas y campers allí apostadas, los sitios más amplios nos obligaban a dejar la cama hacia la carretera, con el consiguiente ruido durante la noche, por lo que decidimos irnos, pero no sin antes llenar el agua de las perruchis en una fuente que hay en ese parking. Si, habéis oído bien, hay una fuente, que para lo que estábamos viendo, era casi como encontrar un unicornio. Pero no o hagáis ilusiones, es una fuente preparada como para llenar un botellín y poco más. De hecho, el cubo donde llevamos el agua de Brandy y Namora, lo tuvimos que llenar con un botellín pequeño.
Después de eso, desandamos el camino andado y, bajo un vendaval de espanto volvimos a tierra firme y a la fábrica de quesos, donde seguimos la habitual rutina y que no es necesario que os la vuelva a contar…o recontar…jajaja.
16 de julio: Shimonehoeve – Marken (13km)
La noche en la fábrica de quesos fue un tanto movidita. Antes de irnos a dormir matamos unos 5 mosquitos puñeteros que se nos habían colado dentro de la autocaravana, pero lo peor estaba por llegar. A las 05:00am me despertó un zumbido en el oído y cuando entramos en modo “seek and destroy”, aparecieron otros dos mosquitos más. Al espachurrarlos dejaron un buen cerco de sangre, muestra del festín que se habían dado con nosotros los puñeteros. Es impresionante el arte de estos mosquitos para camuflarse.
Intentamos dormir hasta que amaneciera del todo, pero cuando empezamos a pegar el ojillo de nuevo, comenzaron las obras.
Total, que nos levantamos un poco antes que el gallo y después de la habitual rutina mañanera, pusimos rumbo a la Isla de Marken…otra vez.

Recorridos los 13 kilómetros que separan ambos puntos, dejamos la autocaravana en el mismo sitio donde aparcamos el día anterior (52.4563228, 5.1047990), con el culo hacia la carretera y tratando de molestar lo menos posible. Hay un supermercado Albert Heijn justo enfrente por si tenéis que avituallaros.
El día se había levantado bastante gris, con un viento considerable y unas previsiones meteorológicas poco halagüeñas. Lo bueno es que a lo largo del día irían mejorando, así que organizamos la visita a la isla en base a esas previsiones.
Marken es una pequeña isla (ahora península conectada por un dique) situada en el lago Markermeer, famosa por su arquitectura tradicional y su ambiente de cuento. Al llegar, parece que el tiempo se ha detenido: casas de madera pintadas en verde oscuro, callejuelas estrechas, huertos cuidados y barcas ancladas en un pequeño puerto con mucho encanto.
Antiguamente habitada por pescadores, Marken conserva una identidad muy marcada. Puedes visitar el Museo de Marken para conocer su historia, ver cómo era la vida en la isla antes de que se construyera el dique, o incluso entrar en una de las casas tradicionales decoradas como en el siglo XIX. El faro de Marken, conocido como Paard van Marken («el caballo de Marken»), es uno de los rincones más fotogénicos.
Es una parada muy tranquila, ideal para pasear, hacer fotos y empaparse del folclore holandés. También se puede llegar en barco desde Volendam, lo que le da un plus a la experiencia.

Primero visitamos Witteerf, el pueblo principal, que está justo frente al aparcamiento y hemos de decir que son este tipo de construcciones, calles y ambiente por el que vinimos a Países Bajos.
Casitas típicas preciosas, con una decoración muy bonita que hacen del paseo por sus reviradas y estrechas calles adoquinadas toda una experiencia.

Nos resulta altamente llamativo como no hay una sola casa derecha en todo este país. Debido a su suelo arenoso y los numerosos canales que rodean todo, hacen que el suelo sea algo inestable y por lo tanto, las casas acaben cediendo al terreno, hecho que tampoco parece preocuparles demasiado, ya que las casas siguen torcidas sin que nadie las ponga derechas.
Llegamos hasta el puerto, visitamos la iglesia y poco a poco fuimos volviendo a la autocaravana, ya que unos nubarrones bien negros anunciaban el cierre de la ventana de tiempo que habíamos pillado.
Bajo una lluvia fina y ligera llegamos justo, justo a nuestra casita con ruedas, ya que poco después cayeron una serie de trombas de agua que, de habernos pillado haciendo el turista, hubieran resultado muchísimo menos románticas.
Aprovechamos para comer y cuando terminamos, pese a los nubarrones, el tiempo parecía algo más estable, así que nos aventuramos a recorrer los 2,5km que hay hasta el faro.

El paseo es muy bonito, rodeados por canales llenos de aves que hacen la experiencia más interesante si cabe.
Llegando casi al faro, la estampa era de postal: un cielo negro, el faro blanco, iluminado por un rayo de sol que se escapaba entre las nubes y un campo verde intenso… ¡precioso!
La pena que el vuelo con dron no está permitido, por lo que nos tuvimos que conformar con el equipo de tierra para documentar esa estampa. Lo malo fue que al llegar al faro estaba de obras, lleno de maquinaria y vallados por lo que no era muy fotogénico. Además el paseo por la costa también estaba cerrado por obras así que, visto el faro, volvimos por donde habíamos ido y aprovechamos para visitar Grotewerf y Rozewerf, dos pueblos…o barrios, por el tamaño, que están más a las afueras, detrás del parking.
Como el tiempo seguía aguantando y estábamos animados, volvimos a visitar lo que habíamos visto esa mañana y alguna callejuela más, que con las prisas y el miedo a mojarnos la habíamos pasado por alto.
Antes de volvernos a la autocaravana, llevamos a las perrinchis a una pequeña zona verde, apartada y protegida que habíamos fichado por la mañana para poder soltarlas y que liberasen algo de tensión perruna acumulada…y vaya que si lo hicieron. Corrieron y jugaron sólo como los Villanos de las Encartaciones saben jugar. Fue tal el nivel de locura que soltaron en el juego, que Brandy se acabó pegando una panzada en el canal que balizaba esa zona…pero no creáis que se asustó, no…de hecho, se intentó tirar varias veces más y Namora, casi fue detrás. Madre mía, que perras más locas tenemos…
Liberado algo de estrés, fuimos volviendo poco a poco a la autocaravana para descargar fotos, vídeos y escribir la crónica del día. Todo ello, con un ligero olor a “ciénaga” de nuestras perrijas, las locuelas.
Después de la cacería de mosquitos rutinaria, nos fuimos a la cama.
17 de julio: Marken – Alkmaar – De Strook (71,6km)
El parking donde dormimos fue tan ruidoso como cabía esperar, al tener el culo justo hacia la carretera principal, cada vehículo ruidoso que pasaba se oía bastante. Por suerte, durante la noche no hubo casi tráfico, pero con las primeras luces, parece que los motoristas de gran cilindrada de la isla y alrededores decidieron pasar por detrás nuestro.
El plan para esa mañana era levantarnos pronto, sacar a las perrillas e ir a desayunar a un parking (52.4353609, 5.0899000) que hay junto al mar al inicio del dique por el que se entra a Marken. Dicho y hecho, a las 08:00 en punto estábamos desayunando con unas preciosas vistas de la bahía, con Ámsterdam de fondo .
Hemos leído como que hay gente que ha dormido en ese sitio sin consecuencias, pero también hemos leído como que está prohibido. Lo único que podemos confirmar es que es un sitio con vistas preciosas, que no vino ningún pescador mientras desayunábamos y que el tráfico por esa carretera ínfima es terrible. Para ser un país con velocidad tan limitada, la gente conduce a mucha velocidad. Además, como nos fuimos dando cuenta durante el viaje, hay una gran circulación de motos de gran cilindrada, lo que hace que haya mucho ruido en general, cosa que nos sorprendió viendo que mucha gente conduce coches eléctricos que son bastante silenciosos.
Con el estómago y las almas llenas, pusimos rumbo a la visita fuerte del día, la ciudad de Alkmaar.

Después de conducir unos 40 minutos, aparcamos en una zona gratuita de las afueras (52.6269781, 4.7659632), donde suelen aparcar camiones, al igual que otras tantas autocaravanas que vimos por la zona.
Una vez estuvimos bien aparcados, cogimos los bártulos, a las perrillas y armados con tanto valor como paciencia, salimos a visitar la urbe. Esta sería la ciudad más grande que visitaríamos en todo el viaje.
El aparcamiento puede parecer que esté lejos, pero en 10 minutos estábamos en la barcaza que te pasa al otro lado del canal gratuitamente y en otros 10 minutos más, ya estábamos en pleno meollo.
Alkmaar es una ciudad encantadora y muy conocida por su mercado tradicional del queso, que se celebra los viernes por la mañana (de abril a septiembre). Es como una postal viviente: hombres con sombreros de paja y trajes blancos transportan grandes ruedas de queso en camillas por la plaza, siguiendo una coreografía que se ha mantenido desde el siglo XVI.
Pero Alkmaar no es solo queso. Su casco antiguo está lleno de canales, calles adoquinadas y casas típicas con fachadas estrechas. También tiene muchas tiendecitas, cafeterías acogedoras y un ambiente muy agradable para pasear aunque ese día había cantidad de gente. Un plan muy chulo es subir a la torre de la Grote Kerk (la gran iglesia) para tener vistas de toda la ciudad.
Otros lugares que puedes visitar:
- El Museo del Queso, justo al lado del mercado.
- El Museo de la Cerveza (¡por si te apetece variar!).
- El Beatles Museum, porque uno de los promotores de sus primeras giras era de Alkmaar.
En resumen: es una ciudad pequeña, muy manejable para ir en un día, y perfecta si te mola lo auténtico, lo bonito y lo bien conservado.

Destacar las iglesias y su decoración tan llamativa, al igual que sus campanas tan melodiosas, que recuerdan a esos relojes suizos que en lugar de los típicos toques de campana, a cada hora suena una bonita melodía tradicional.
Para esta ocasión, en lugar de patearnos cada rincón de la ciudad en busca de ese lugar idílico, al ser un lugar tan grande no quisimos estresarnos más de lo necesario, así que llevamos los puntos más interesantes y que no hay que perderse: La estatua de Truus Wijsmuller, la mujer que salvó a 10.000 niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial, la plaza donde se pesa y acuerda el precio del queso, el Ayuntamiento y su llamativa fachada, la casa con una bola de cañón incrustada desde el siglo XVI y la impresionante catedral, convertida en una sala de conciertos. No somos de entrar en museos ni iglesias si vamos con las peludas pero esta parecía interesante y, lo más importante, gratuita, así que entramos por turnos y nos gustó mucho, la recomendamos.

Además de todo eso, las calles adoquinadas, con sus edificios clásicos y unas curiosas baldosas con escenas en ellas hicieron que la visita a Alkmaar mereciera la pena.
Volvimos a la autocaravana y, en lugar de comer allí, pusimos rumbo a lo que sería nuestro destino final y lugar de pernocta para ese día: De Strook.
No quisimos llegar tarde ya que el área es un aparcamiento en forma de círculo, con espacio para unas 7 autocaravanas junto a un canal navegable, lo que la convierte en un lugar atractivo para descansar y, por lo tanto, se llena rápidamente.
Llevábamos varios días sin pasar por un área con servicios y a la que íbamos tampoco disponía de ellos, por lo que de camino paramos en una gasolinera con lavado de coches manual, donde aprovechamos para descargar grises. Una preocupación menos.
Al llegar había bastantes sitios, así que pudimos aparcar dejando la cama protegida de otros vehículos y ruidos. Después comimos y salimos a ver un poco la zona.
Nada más comenzar, quedamos encantados con el área, ya que es coqueta, con el suelo bien nivelado y tiene unas vistas preciosas al canal, donde había muchos barcos atracados con gente tomando el sol y disfrutando de ese espacio.
Contra todo pronostico y sin esperarlo, el área cuenta con una zona de vaciado de WC, así que segunda preocupación fuera. Nos quedaba resolver el tema del llenado de aguas limpias.
Nos acercamos paseando junto al canal hasta la población vecina de Korhorn y, la verdad es que el encanto que le sobra al área le falta al resto. No es que sea una zona fea, pero quitando un rinconcito con casitas y jardines secretos y coquetos, lo más interesante se centra en el canal y sus embarcaciones.

Eran sobre las 19:15 cuando llevamos de nuevo a la autocaravana y estaba el simpático guardiamarina cobrando la pernocta: 12€+1,5€/persona.
Le preguntamos sobre la posibilidad de llenar agua y nos remitió al poste de servicio que hay junto al muelle. Pese a que estábamos escasos de agua, no lo utilizamos ya que hay activarlo mediante una app (AanUit.net) y pagar el agua que vas a consumir. El problema es que no está lo bastante cerca como para poder llenarlo con nuestra manguera de 10m y debíamos hacerlo acarreando garrafas de agua, lo que supondría obstaculizar el poste durante un buen rato, así que al día siguiente iríamos a una gasolinera que por lo visto dispone de servicio de llenado de agua.
A lo largo de la tarde el área se fue llenando hasta el punto de quedar completa, por lo que hicimos bien en llegar pronto. A partir de ahí, poco más; una tarde un tanto jolgoriosa, disfrutando del atardecer entre mosquitos, barcos y autocaravanas.
18 de julio: De Strook – Playa de Petten – Dique Breezanddijk – Warns (164,6)
Pese al jolgorio que montó la gente de los barcos por la noche, como es habitual a las 23:00 todo el mundo se “apagó” y se hizo el silencio absoluto hasta la mañana siguiente.
No teníamos mucha prisa para ese día, así que no pusimos el despertador. Aún así, para las 08:00 ya estábamos danzando. Madre mía, no dormimos de más ni adrede.
Desayunamos, sacamos a las perrillas, vaciamos el químico y, antes de poner rumbo a la playa de Petten, nos desviamos 15 kilómetros hasta llegar a una gasolinera con servicios de carga y descarga de aguas, además de químico (52.7508639, 5.0133618). Según el cartel que hay en la zona de servicios el coste es de 2.5€, los cuales se pagan en la caja de la gasolinera, pero si repostas son gratis, y eso hicimos. Tenían el diésel a buen precio, así que aprovechamos para salir de allí completos.

Ahora sí que sí, con todo listo llegamos al parking de la playa de Petten (52.7664848, 4.654123), que se encuentra justo frente al primero de los dos diques que han construido para contener al mar.
Por si os sirve de referencia, ahí no se puede dormir, pero hay numerosos campings, además de un área nueva que han hecho al final de la carretera, pero que no visitamos, ya que nuestros planes eran otros.
La playa de Petten es uno de esos rincones menos conocidos pero que sorprenden por su belleza salvaje. Se encuentra en la provincia de Holanda Septentrional, y destaca por su paisaje de dunas restauradas y su amplia playa de arena fina, perfecta para dar largos paseos, hacer picnic o simplemente relajarse frente al mar del Norte.
Un detalle curioso es que esta zona fue completamente rediseñada como parte del proyecto “Ruimte voor de Rivier” (Espacio para el Río), con el objetivo de proteger el país frente a la subida del nivel del mar. Además, desde el mirador de madera llamado “Panorama Petten” se obtienen vistas espectaculares del mar, las dunas y el moderno sistema de defensa costera. Un lugar ideal si te apetece desconectar del turismo masivo y sentir el poder de la naturaleza.
Subimos las verticales escaleras y arriba, como es habitual hay una red de carril bici y peatonal que recorre toda la periferia. Seguimos por el camino peatonal hacia la derecha hasta un mirador elevado tras subir varios tramos de escaleras y ver el panorama. Bajamos a la playa para mojarnos los pinreles en el mar del norte y, sorprendentemente estaba bastante caliente. Si esta gente mete los pies en el agua de Galicia, les da un soponcio. Llegamos hasta el Monumento Palendorp, postes de madera clavados en la arena que representan las casas e iglesia del antiguo Petten que fue inundado.
Brandy y Namora tuvieron que ir atadas ya que, de abril a octubre, los perros están permitidos en la arena, pero de 09:00 a 19:00 deben ir con correa, algo muy lógico teniendo en cuenta la cantidad de gente que había.
Nos llamó la atención la cantidad de medusas que había en el agua y en la orilla, así que dimos el paseo con bastante cuidado para no pisar ninguna.
Cuando llegó la hora, volvimos a la autocaravana, comimos y seguimos rumbo a nuestro siguiente destino, Breezanddijk.
Breezanddijk es uno de esos lugares curiosos que, aunque no son turísticos en sí, tienen un gran valor histórico e ingenieril. Se encuentra justo en el medio del Afsluitdijk, el gigantesco dique que separa el Ijsselmeer del mar del Norte. El dique tiene 32 kilómetros de largo y fue construido entre 1927 y 1932 como una de las obras más ambiciosas de los Países Bajos para luchar contra las inundaciones.
Breezanddijk es básicamente una pequeña área de servicio a mitad del dique. Allí hay una gasolinera, un par de edificios, un muelle y poco más… pero lo impresionante es el lugar: estás literalmente en medio del mar, con agua a ambos lados, viento casi siempre fuerte y un paisaje que parece de otro planeta.
Es un sitio genial para parar si vas en coche o en camper entre Frisia y Holanda Septentrional, hacer unas fotos, y contemplar lo que los neerlandeses han conseguido hacer para proteger su país del agua. También hay carril bici, así que es muy popular entre ciclistas aventureros que cruzan el dique pedaleando.
Aparcamos junto al mar, laguna, bahía…o lo que narices sea eso ahora frente al impresionante parque eólico marino compuesto por 89 molinos de 180m de altura (53.0204665, 5.2108153).
Según habíamos leído, hay gente que se ha parado a dormir ahí pero también habíamos leído que los mosquitos son un verdadero problema, que podemos confirmar. En poco rato, nubes de pequeños (y no tan pequeños) chupasangres invadieron el lugar, así que dimos por finalizada la visita. Siendo sinceros, la zona no da para más, aunque si no hubiera habido tanto mosquito, no hubiera sido mal destino para dormir con vistas.
Media hora de conducción después, llegamos al área servicios de Warns (52.8839121, 5.4018228). Una zona arbolada, bien nivelada, con suelo de grava, con todos los servicios, poste de luz y con vistas al canal, ¿qué más se puede pedir?
Justo en frente hay otra área en el propio puerto, algo más feucha, pero en caso de necesidad, aquí os dejamos las coordenadas: 52.8848680, 5.4019887.
El coste es de 15€/noche, con los servicios incluidos y pasan a cobrar. En caso de no coincidir con el guardiamarina, te piden que metas el dinero en un sobre que se encuentra en la caseta de la entrada.
El lugar parecía bastante bonito, agradable y, teniendo en cuenta que nos metíamos de lleno en el fin de semana, el cual venía con mucho calor y tormentas, no nos pareció mal sitio para quedarnos un par de días.
19 de julio: Warms – Hindeloopen – Sloten (46km)
Cerré demasiado pronto el diario de viaje y la intención de quedarnos un par de días en ese idílico lugar se esfumó tan pronto como una cuadrilla de chavales montaron un fiestón en una lonja cercana.
La cosa comenzó con música relativamente agradable, a un volumen aceptable para un viernes por la tarde, pero como suele ocurrir, al caer la noche la cosa se torció.
La música se convirtió en musicón chumbetero y el volumen cuadruplicó sus decibelios, volviéndose realmente incómodo estar allí. Tanto que me acerqué a la otra área para movernos, pero a las 22:30 aproximadamente, la cosa se calmó y abortamos la idea…pero poco más tarde, volvieron a la carga. Risas, juerga y unos graves inaguantables, pero ya era un poco tarde como para empezara hacer cosas raras, así que nos resignamos a no dormir esa noche.
Sobre las 0:00 alguien debió montarles una buena bronca, ya que se escuchó mucha bulla y después la fiesta se acabó. A partir de ahí, silencio sepulcral hasta bien entrada la mañana.
El punto positivo de no poder dormir, es que pudimos detectar un mosquito que se nos había escapado de la batida rutinaria.
Ante el riesgo de que la fiesta se pudiera repetir el sábado, decidimos arrancar, reponer suministros de agua, pagar religiosamente los 15€ del área metiendo el sobre con el dinero en el buzón de la entrada y poner rumbo a nuestro próximo destino: Hindeloopen, pueblo con el que hacíamos nuestra entrada en la región de Frisia.

Aparcamos en un aparcamiento gratuito a dos minutos andando del pueblo (52.9431011, 5.4057908) y salimos a recorrer este coqueto pueblo.
Hindeloopen es una joya oculta del norte de los Países Bajos, conocida por su encanto pintoresco, sus canales, casas de madera con fachadas de colores y un ambiente que parece detenido en el tiempo. Antiguamente fue una ciudad portuaria muy activa gracias al comercio marítimo, especialmente durante el siglo XVII. Hoy en día conserva ese legado con una fuerte identidad cultural, famosa por su arte folclórico y los trajes tradicionales frisones, que aún se pueden ver en exposiciones o eventos locales.
Pasear por sus callejuelas empedradas, cruzar pequeños puentes de madera, y detenerse en sus tiendas artesanales o museos, como el Museum Hindeloopen, es como hacer un viaje a la historia de la región. También destaca su iglesia con torre inclinada, el puerto deportivo y las vistas al IJsselmeer, ideales para una parada relajada. Además, es un lugar muy tranquilo, lejos de las rutas turísticas masificadas, perfecto para empaparse del espíritu del norte holandés en un entorno sereno y auténtico.
Como es habitual, cuenta con un puerto bastante grande y por el paseo se pueden ver los 89 aerogeneradores marinos que observamos desde el Dique Breezanddijk.
Vimos en algunas casas un ancha en la fachada y según la tradición, se ponía en las puertas donde reside un capitán de barco dispuesto a transportar mercancías.
También visitamos una de las 11 fuentes hechas por artistas de renombre y que se reparten por los 11 pueblos que conforman la región de Frisia.

Después de visitar a fondo Hindeloopen y descansar un rato sentados en el puerto, nos dirigimos a nuestro siguiente destino y zona de pernocta, el área con servicios de Sloten (52.8927105, 5.6452155).
El área también se encuentra frente al puerto, cuenta con unas 9 plazas bien niveladas, marcadas y cuenta con todos los servicios. El coste por noche para una autocaravana y dos adultos es de 17€, a lo que hay que sumarle 4€ más en caso de coger luz.
Como las previsiones eran de tormentas y posiblemente nos pasaríamos el próximo día en la autocaravana, echámos la casa por la ventana y pagamos los 21€ del servicio completo.

Suele pasar un guardiamarina a cobrar o también se puede realizar el pago a través de la app de Campercontact, opción por la que optamos nosotros y así despreocuparnos de “cuándo viene el señor”.
La temperatura era muy buena, así que sacamos la mesa, las sillas y comimos con vistas al puerto.
A media tarde y con la comida reposada, salimos a visitar otro pueblo que nos sorprendió muchísimo.
Sloten, conocida como la ciudad más pequeña de Frisia, es una joya medieval con encanto de cuento. Esta antigua ciudad fortificada forma parte de las once ciudades históricas de la región y, a pesar de su tamaño diminuto, sorprende con su ambiente tranquilo y auténtico. Sus calles empedradas, los canales que la rodean y las casitas tradicionales te invitan a pasear sin prisa, disfrutando de cada rincón. En el centro encontrarás un pequeño puerto, una iglesia del siglo XVII y antiguos molinos, como el Molino De Kaai, que aún funciona y se puede visitar.
Una de las cosas más bonitas de Sloten es lo bien conservado que está su trazado original del siglo XVII. Es como retroceder en el tiempo. Además, su tamaño compacto hace que puedas verla entera a pie en muy poco tiempo, lo cual la convierte en una parada perfecta si estás recorriendo Frisia. Si vas en verano, puede que te cruces con alguna recreación histórica, como las que hacen con mosqueteros disparando cañones para rememorar su pasado defensivo. En resumen, Sloten es pequeña, sí, pero tiene mucho encanto y un aire especial que la hace destacar entre las ciudades frisias.
El día lo terminamos junto al canal, sentados en un banquito y disfrutando de un agradable concierto al aire libre de un grupo de versiones.
Sobre las 20:00 comenzó a llover ligeramente, así que nos retiramos a la autocaravana para terminar un día bastante bonito.
20 de julio: Sloten – Sloten (0km)
Tal y como habíamos visto, el día salió bastante plomizo, así que nos lo tomamos como un pequeño alto en el camino.
Después de desayunar, el tiempo nos dio una pequeña tregua, así que salimos a pasear junto al canal por el camino que atraviesa el puerto entre campos de cultivo, viendo el ir y venir de las embarcaciones que llegaban por el canal.
Después de una horita de paseo, llegamos a la autocaravana y justo cuando estábamos terminando de comer, comenzó a llover bastante fuerte.
No podemos decir que nos pillara por sorpresa, ya que llevaba un buen rato tronando con ganas, pero se estaba tan a gusto afuera que apuramos hasta el último momento.
A partir de ahí, poco más. Tocó una tarde de “peli y manta”, que después de tanto trote, nos vino hasta bien.
A las 17:00 oímos al guarda del puerto pasar a cobrar la estancia a la camper alemana de al lado nuestro. A nosotros, como habíamos hecho el check in y pagado a través de la app Campercontact, no nos dijo nada.
Y por ese día…poco más. La verdad es que se hace un poco raro eso de estar tranquilos, sin ver mil cosas o andar reparando alguna pequeña catástrofe en la autocaravana…no estamos acostumbrados a la tranquilidad…jajaja.
A partir de aquí, ya voy a dejar de contar lo de los mosquitos, ya que se hace tedioso y repetitivo. Simplemente haceros a la idea de que todas las noches matábamos una media de 3 de esos malditos parásitos y eso que siempre tenemos mucho cuidado a la hora de entrar, salir y cerrar claraboyas.
21 de julio: Sloten – Lemmer – Giethoorn (56km)
Bajo una mañana un tanto plomiza, nos levantamos, sacamos a las chuchis, desayunamos, recogimos todo y antes de partir, cargamos agua limpia y vaciamos el químico. Por muchas vueltas que dimos, no encontramos donde descargar las grises, así que lo hicimos en una de las muchas arquetas del aparcamiento.
Con los deberes hechos, nos acercamos hasta Lemmer para reponer la despensa, ya que ahí localizamos un Albert Heijn, la típica cadena de supermercados de Países Bajos que habíamos leído que tenía un buen surtido de productos veganos. Podría decirse que los Albert Heijn son los Eroski de la zona aunque también hay Lidel, Jumbo o Aldi.
Para nuestra sorpresa, el parking estaba limitado en altura, así que nos vimos obligados a aparcar en una calle cercana (52.8472119, 5.7130945).
Con la despensa llena, ya por fin nos pusimos rumbo al que sería nuestro último destino imprescindible en nuestra visita por este país: Giethoorn.
Giethoorn, conocido como «la Venecia del Norte«, es un encantador pueblo sin coches, famoso por sus canales, puentes de madera y casas con tejados de paja. La forma más popular de recorrerlo es en una barca silenciosa (tipo whisper boat), que puedes alquilar fácilmente, aunque también es muy agradable pasear por sus estrechos caminos peatonales. El ambiente es muy tranquilo y pintoresco, casi de cuento, y ofrece rincones preciosos para los amantes de la fotografía y la naturaleza.
Además de navegar por los canales, puedes visitar el Museo Giethoorn ‘t Olde Maat Uus, que muestra cómo era la vida rural en la región hace más de un siglo. También hay cafeterías, terrazas junto al agua y pequeñas tiendas con artesanía local. Aunque en temporada alta puede llenarse bastante de turistas, madrugar o visitarlo a última hora de la tarde ayuda a disfrutarlo con más calma.
Una buena opción es combinar Giethoorn con una noche en la zona o con otros pueblos del Parque Nacional Weerribben-Wieden, que rodea la localidad y está lleno de rutas de senderismo y canales naturales ideales para hacer kayak o bici.
Hay varias opciones para pernoctar en la zona, pero decidimos hacerlo en el área servicios que está un poco más alejada (52.7282917, 6.0762770), ya que la que se encuentra en pleno meollo es muy cara (29€/noche) y la otra es de esas de la marina, que se encuentra al lado del puerto y, además de estar algo más lejos, por experiencia son zonas algo más ruidosas.
El área que escogimos está a 10 minutos andando del centro, es parte de la propiedad de una granja, algo que nos hemos encontrado mucho en Países Bajos y que nos parece una buena idea y unos lugares muy agradables. Cuenta con 50 plazas amplias, bien niveladas y algunas de ellas con setos de separación. La mayoría, aunque no todas, disponen de una zona con huellas de hormigón o grava en la zona de parking y una zona de hierba para colocar la mesa, abrir el toldo y toda esa parafernalia que tanto gusta a los campistas.
El coste es de 19,50€/noche+3,50€/electricidad. Los servicios son gratuitos, pero para usar el agua hay que meter una moneda de 50 céntimos. Hay zona de baños, con duchas y fregadero. Digamos que para lo que estamos acostumbrados, está bastante bien. Además, es una zona muy tranquila y con zona verde al exterior, junto al canal, para poder sacar a las perris.
Una vez aposentados, fuimos a localizar el centro neurálgico de Giethoorn y, comprobamos de primera mano que es uno de los lugares más turísticos de todo Países Bajos, la cantidad de turistas de múltiples nacionalidades lo confirman.
Ese día, el tiempo amenazaba lluvia, así que únicamente nos acercamos para localizar la zona y ver dónde se situaban las empresas de alquiler de barcas así que, hecho el contacto, volvimos a la autocaravana y comimos bajo un cielo gris que amenazaba lluvia.
Sobre las 15:00 pasó una mujer muy simpática a cobrar y le dejamos pagadas dos noches, las que teníamos intención de invertir en ese lugar.
A partir de ahí, poco más. El cielo descargó agua toda la tarde, así que nos dedicamos a descansar y ordenar el material videográfico de estos días.
22 de julio: Giethoorn – Giethoorn (0km)
Nuestra aventura por Países Bajos llegaba a su fin, así que para ese día teníamos pensado echar la casa por la ventana y alquilar una barca para hacer el “turista” por la Venecia Holandesa, pero el tiempo era bastante malo y traicionero, así que lo dejamos para después de comer, ya que las previsiones eran menos malas.

Entre aguacero y aguacero, sacamos a las perruchis. Comimos pronto, cogimos los chubasqueros y nos acercamos a donde se alquilan los botes.
Hay cantidad de puestos, así que nos acercamos al que ofrecía más seguridad y los botes tenían reborde de goma para los posibles golpes.
Hablamos con el hombre que los alquila, le explicamos que no teníamos experiencia como marineros y nos recomendó un bote de los que se maneja con el motor, ya que los de volante deben ser más complicados de maniobrar.

Ante el miedo de que nos viera cara de panolis (que la tenemos) y nos quisiera encasquetar el típico bote que no consigue alquilar, insistimos en las barcas de casco metálico con protección de goma y volante (o timón).
Existen 3 posibles recorridos y en base al que quieras hacer puedes alquilar las barcas 1h, 2h o 3h. Nosotros optamos por la intermedia, 2h y nos costó 60€.
Subimos al bote y…digamos que fácil de manejar no es. No sabemos si el que nos recomendó sería más fácil, pero el modelo que cogimos nosotros requiere de un pequeño periodo de adaptación. El problema es que sales directamente a la zona más atestada de pilotos inexpertos, donde debes navegar por un canal estrechísimo, con innumerables puentes y todo bajo la mirada de los paseantes, que básicamente se descacharran con el espectáculo de “los botes locos”.
Poco a poco le fuimos cogiendo el tranquillo y después de esa zona tan complicada, salimos a un lago mucho más amplio y donde pudimos practicar un poco más.
Cambiamos para que pilotásemos los dos y una vez le cogimos al truco al chisme, la cosa cambió y empezamos a disfrutar mucho de la experiencia.

La mayoría de la gente opta por el recorrido de 1h, por lo que en el de 2h, pudimos ir por unos canales que atraviesan un parque natural casi solos y fue una gozada. Todo estaba rodeado de juncos y vegetación que recordaban a esas películas en las que una anaconda te salta al bote y se lía la de San Quintín…jajaja.
En ese momento nos llovió un poco, pero como íbamos preparados con chubasqueros, digamos que fue hasta más espectacular y divertido el navegar entre esos juncos, con el cielo negro y lloviendo. Por suerte, aquí no parece que llueva mucho de seguido, así que pasada la nube, volvimos a la normalidad.
Una vez nos encontramos de nuevo en la zona de los canales urbanos, con mejor manejo de la barca, pudimos solventar algo mejor las situaciones que se iban dando.
En 2 horas exactas entregamos el bote, atracándolo con una elegante maniobra digna de auténticos marineros…jijiji.
Solemos ser algo reacios a este tipo de actividades tan turísticas, pero hemos de reconocer que nos gustó muchísimo. La duración de 2h, creemos que es la más adecuada, ya que te da tiempo a hacerte con el manejo del bote y acceder a un recorrido algo más largo e interesante. La opción de 3h tal vez se haga un poco larga pero la de 1h, creemos que se te hará corta.
La gente sube con sus mascotas a los botes, pero nosotros dejamos a nuestras malas bestias en la autocaravana, ya que no nos gusta arriesgar en exceso y están un poco asilvestradas como para someterlas a algo como eso.
Aprovechando que íbamos de “solteros”, volvimos a recorrer toda la zona con más tranquilidad y libertad que cuando lo hicimos con Brandy y Namora.
Se portan muy bien, pero siempre te obligan a ir más atentos a ellas que a la visita, así que muy de vez en cuando y siempre que garanticemos que van a estar perfectamente, las dejamos en la autocaravana.
A la vuelta, les dimos un largo paseo para que soltaran el estrés acumulado.
A partir de ahí, la rutina de escribir el artículo del día, descargar el material videográfico, cenar y a la cama.
23 de julio: Parque Natural Weerribben-Wieden – Witteveen (87km)
Después de otra noche muy tranquila, nos levantamos sin prisa y después de la habitual rutina vaciamos grises, químico y cargamos agua, para lo cual tuvimos que meter una moneda de 50 céntimos.
Ya habíamos alcanzado el punto álgido de nuestro viaje, pero nos daba pena volver sin más, así que decidimos salir de Países Bajos recorriendo y conociendo los lugares más destacados de cada una de las regiones, así que, con los deberes hechos, pusimos rumbo al parking desde donde se inicia una ruta tanto a pie, como en bici, como en barca por el Parque Natural Weerribben-Wieden (52.7814357, 5.9829981).
El Parque Nacional Weerribben-Wieden es uno de los humedales más grandes del norte de Europa y un auténtico paraíso natural para quienes disfrutan de la tranquilidad, la biodiversidad y los paisajes acuáticos. Está formado por una combinación única de canales, lagunas, marismas, turberas, prados y bosques, que crean un ecosistema muy rico en flora y fauna. Es muy común ver garzas, cormoranes, cigüeñas, libélulas y, si hay suerte, hasta nutrias, ya que se han reintroducido con éxito en la zona.
Este parque se puede explorar en barca (ya sea a remo, eléctrica o en canoa), a pie o en bicicleta, gracias a sus rutas señalizadas tanto por tierra como por agua. Es una extensión natural del entorno de Giethoorn, y ofrece una experiencia más salvaje y menos turística, ideal para desconectar. Muchas de las rutas pasan por tranquilos pueblos y antiguos campos de extracción de turba, lo que da una sensación de estar viajando atrás en el tiempo.
Weerribben-Wieden es también una zona importante para la conservación de la naturaleza en los Países Bajos, y muchas organizaciones colaboran en su gestión. Si os gusta el ecoturismo o simplemente os apetece pasar unas horas rodeados de agua y vegetación, este parque es una joya poco conocida que vale muchísimo la pena visitar.
Aparcamos la autocaravana en un espacio de graba bastante amplio y siguiendo el trazado que obtuvimos de esta web: https://www.visitweerribbenwieden.com/routes-weerribben/452/nationaal-park-het-weenhart/.

La duración del paseo es de unas 3 horas y primeramente paseas junto al canal navegable por un carril bici, para después abandonar el camino asfaltado y adentrarte en plena naturaleza.
Siguiendo las flechas rojas, pasamos entre canales, lagos y todo ello compartiendo el espacio con libélulas, mariposas y garzas blancas. Un paseo muy recomendable.

Se nos hizo un poco tarde, pero en vez de comer allí, decidimos ir a nuestro siguiente destino, el AS cerca de Witteveen, nuestro lugar de pernocta y campamento base para visitar un pueblo museo.
Sobre las 15:15 llegamos al área de autocaravanas perteneciente a una granja (52.8328402, 6.6696926), a la cual se accede por la puerta de madera señalizada. Siguiendo las indicaciones, llegamos a la zona reservada para las autocaravanas, la cual cuenta con unas 18 plazas bien niveladas y separadas entre si mediante arbustos de altura media.
Cada plaza cuenta con una parte de césped para poner una mesita y extender el toldo, mientras que la zona de la autocaravana es de gravilla. Además, cada plaza cuenta con un poste de luz.
Los servicios están justo a la entrada, donde puedes cargar limpias y descargar grises. El químico se vacía en los baños, donde también tienen zona de duchas.
Una vez aposentados, nos acercamos a la oficina de recepción, donde debes hacer el check in, indicando que plaza ocupas, matrícula y número de adultos. El cobro de lo que utilices se hace al realizar el check out.
Sobre las 16:00 la dueña y responsable del área, se pasó plaza por plaza saludando y charlando un poco con los visitantes.
A nosotros nos preguntó por nuestro origen y le interesó mucho nuestras impresiones sobre nuestra visita a Países Bajos.
La verdad es que este tipo de áreas son un lujo, no te cuesta pagar por algo así, y ver que los dueños también son viajeros sobre ruedas y miman tanto a sus huéspedes. Así deberían ser todas las áreas de de pernocta para autocaravanas, campers y furgonetas.
A media tarde, cogimos a las perrillas, salimos a dar un paseo por los alrededores y a la vuelta, ducha, cena y poco más.
24 de julio: Witteveen – Orvelte – Steenderen (132,6km)
La noche en el área de Witteveen fue muy tranquila, así que bien dormidos y después de la rutina mañanera, cogimos a las perris y nos acercamos a visitar el pueblo museo de Orvelte.
Orvelte es uno de esos pueblos que parecen sacados de un cuento. Se trata de una aldea museo al aire libre en la provincia de Drenthe, donde las casas, calles empedradas y talleres artesanales conservan el ambiente rural del siglo XIX. Aquí no hay coches circulando por el centro, lo que contribuye a esa sensación de viaje en el tiempo. En muchas de las casas tradicionales todavía se hacen demostraciones de oficios antiguos como la carpintería, la cestería o la fabricación de queso, lo que lo convierte en una experiencia didáctica y muy pintoresca.
Pasear por Orvelte es como caminar por un museo vivo: graneros con techos de paja, animales de granja pastando tranquilamente, y jardines cuidados con esmero. Es un lugar muy tranquilo, ideal para disfrutar a paso lento y dejarse llevar por los sonidos del campo y el crujir de la grava bajo los pies.
Es perfecto para combinar con otras visitas en Drenthe, como los dólmenes prehistóricos (hunebedden) o alguna ruta en bici por los caminos rurales que conectan pequeños pueblos. Orvelte tiene además una programación de eventos culturales durante el verano, como mercados temáticos o ferias históricas, que le dan aún más vida al lugar.

Dejamos la autocaravana en el área y nos acercamos a pie, ya que caminando por el carril bici se tarda algo menos de 15 minutos.
Da gusto visitar este tipo de sitios, ya que con mucha tranquilidad y sin los agobios de una ciudad, puedes disfrutar de ver las construcciones típicas.
Después de haberle dado 3 vueltas al pueblo y no haber dejado un solo rincón sin inspeccionar, volvimos a la autocaravana, comimos, recargamos aguas, hicimos el check out (23,45€) y seguimos viaje.

Para visitar nuestro siguiente destino de vuelta, le metimos un buen mordisco al mapa y avanzamos 2h y casi 133 kilómetros hasta llegar a Steenderen, pueblo donde se encontraba nuestro siguiente lugar de pernocta, junto a Bronkhorst, otra localidad pintoresca que visitaríamos al día siguiente.
El área de autocaravanas de Steenderen (52.0608012, 6.1884590) es bastante grande, con 32 espacios bastante largos, de hierba, con huellas de cemento, bien nivelados y cuenta con dos aparcamientos (P1 y P2) en los que las autocaravanas se colocan en círculo, con el culo hacia atrás y la cabina mirando hacia adelante. No nos lo estamos inventando, hay una norma bastante generalizada en la que te indican que debes aparcar así, algo incómodo para los ingleses que conducen por la izquierda y tienen la puerta al lado contrario.
Una vez situados, nos acercamos a la tienda de la entrada donde se hace el check in y pagas la estancia: 18,50/noche (autocaravana, 2 adultos y 1 perro). La electricidad está incluida y un segundo perro paga 1€ más.
Los regentes del área nos dieron un plano y nos explicaron perfectamente que podíamos ver por la zona. Al saber que teníamos perros, nos animaron a ir a visitar Bronkhorst andando, siguiendo las marcas verdes.
Según nos explicaron, el circuito entero son unas 2h, visita a Bronkhorst incluida y merece mucho la pena hacerlo andando. Además, debe haber algunas zonas en las que los perros pueden ir sueltos sin problema. Como esa excursión la haríamos al día siguiente…ya os lo contaremos en el siguiente diario.
De momento, dimos un paseo por Steenderen, donde las casas son muy bonitas y los jardines los tienen muy bien cuidados. Paramos en el supermercado que está cerca del área para comprar un par de cosillas que nos faltaban (si, vicio puro…lo reconocemos…) y finalmente volvimos a la autocaravana para terminar el día.
Como dato curioso, en el área existe una zona cerrada en la que los perros pueden jugar sueltos. Esto junto a la explicación por parte del dueño, nos da que pensar que les molan los perris.
25 de julio: Steenderen – Cascadas de Loenense – Bronkhorst – Steenderen (54,2km)
Hemos de reconocer que la noche en el área de Steenderen fue muy tranquila, la pena es que la mañana salió más lluviosa de lo que las previsiones habían anunciado, así que hicimos un pequeño cambio de planes y en lugar de visitar Bronkhorst por la mañana y a unas cascadas por la tarde, lo hicimos al revés, ya que las cascadas estaban cerca del parking y a Bronkhorst teníamos intención de ir paseando, pero en caso de que el tiempo no diese tregua, podríamos parar en alguno de sus parking a la vuelta de las cascadas.

Dicho y hecho, recogimos bártulos y salimos al parking de las cascadas de Loenense o Loenense Waterval (52.131660, 6.004955), las más altas de Países Bajos con 15 metros de altura.
A la izquierda del parking y a unos 250 metros de distancia, se encuentra Grote Waterval, la cascada más alta de este país y a la derecha, la segunda más alta, Kleine Waterval, exactamente a 1.100 metros de distancia.
Cuando llegamos a Grote Waterval, no pudimos evitar una pequeña sonrisita, ya que la cascada tendría unos 7 u 8 metros de alto, encauzados en 3 escalones, que se asemejaban más a una fuente que a una cascada. A nivel nacional debe tener mucho éxito ya que cantidad de gente, entre los que nos incluimos, venía a visitarla y hacerle fotos.
Ya que estábamos allí, no íbamos a dejar sin visitar la cascada número dos, así que nos nos animamos a recorrer el kilómetro y trescientos cincuenta metros que nos separaban de Kleine Waterval.
Había dos caminos para llegar y ambos van paralelos al canal que alimenta las cascadas, uno más accesible por el que iban las bicis y otro algo más boscoso, con raíces y por lo tanto menos transitado. ¿Adivináis cual escogimos nosotros? Efectivamente, el menos transitado, pero más divertido.
Esta segunda cascada era exactamente igual que la anterior, pero con un escalón menos. Lo bueno es que al tener que andar un poco y encima ser algo más pequeña que la anterior, a la gente le da más pereza venir a visitarla y por lo tanto es algo más tranquila.
Después de la anécdota del día, volvimos a la autocaravana y de ahí al área de la que habíamos partido esa mañana.
Aparcamos, nos enchufamos y antes de comer, realizamos de nuevo el Check in en la tienda y pagamos una noche más (19,50€).
El tiempo parecía que iba a mejor, así que dejamos el paseo a Bronkhorst para la tarde.
Bronkhorst, con apenas unas decenas de habitantes, está considerada la ciudad más pequeña de los Países Bajos, aunque su tamaño no le resta encanto. Este diminuto núcleo urbano parece detenido en el tiempo, con sus calles empedradas, casitas históricas de tejados a dos aguas y jardines bien cuidados. Pasear por Bronkhorst es como adentrarse en una postal del pasado, sin prisas y sin multitudes. Aquí no hay grandes monumentos, pero sí una atmósfera tranquila y romántica que invita a la contemplación y a disfrutar del momento.
Entre los lugares más curiosos se encuentra el Museo Charles Dickens, que rinde homenaje al célebre escritor británico con una exposición permanente y una peculiar decoración navideña durante el invierno. También puedes encontrar pequeñas galerías de arte, una librería con encanto y acogedores cafés donde tomar algo en un ambiente sosegado. Es un lugar ideal para desconectar y apreciar la belleza de lo sencillo, perfecto como parada relajante dentro de una ruta más amplia por la región de Güeldres.
Al final decidimos hacer caso a los anfitriones y escogimos la ruta turística marcada por un triangulo verde para ir a la que es la ciudad más pequeña de Países Bajos. Estaba claro que ese iba a ser un día de tamaños…jajaja.

La ruta turística a pie es más larga que ir directamente cruzando el pueblo, pero merece la pena el paisaje, la tranquilidad y que al no estar concurrido ni haber tráfico, pudimos soltar a las perrillas.
Por el camino paramos a visitar el Bronkhorster Molen, un molino enorme característico de esta localidad. Una media hora después de haber salido llegamos a la coqueta población de Bronkhorst.

El sitio es bien chulo, con sus casas típicas, jardines bien decorados…digamos que pasear por estos sitios es casi como hacerlo por un escenario de cuento.

Cuando terminamos de ver hasta el último de los rinconcitos, seguimos el paseo hasta el río Ijssel, un canal navegable donde hay una barcaza que te cruza al otro lado, aunque nosotros simplemente nos acercamos para ver el lugar y poco más.
Dada por terminada la visita, volvimos por el carril bici y en un pis-pas, ya estábamos en la autocaravana.

A partir de ahí, lo de todos los días: descargar fotos, vídeos, escribir la crónica diaria, cenar, matar algunos mosquitos y a la piltra.
26 de julio: Steenderen – Ittervoort – Thorn (169,2km)
La segunda noche en el área de Steenderen también fue tranquila, así que podemos confirmar que se puede dormir sin sobresaltos.
Nos levantamos, matamos a un mosquito maldito que echó a volar en cuanto nos movimos, recogimos todo y antes de partir, nos acercamos al supermercado que hay cerca del área para comprar algo más de vicio…si, ya directamente lo pongo, sin disimulos…jaja.
Para ese día teníamos dos objetivos; el primero era meter algunos kilómetros e ir avanzando en nuestra salida de Países Bajos y el segundo era el famoso pueblo de las casas blancas, Thorn, así que nuestro destino sería el área servicios de Ittervoort (51.1759079, 5.8220287).
Llegamos sobre las 13:15 a esta área privada con suelo de hierba y plazas numeradas, escogimos parcela, nos enchufamos, pagamos el día (16€/noche + 3,5€ electricidad) y comimos bajo el toldo para pasar mejor el calor. Después de comer, cogimos los bártulos y a las perrillas y nos acercamos andando hasta la vecina localidad de Thorn.
Desde el área al centro de Thorn hay 2,5km y andando son unos 20 minutos, que se hacen bastante fácil. Hay un aparcamiento de pago en el propio Thorn (51.1585604, 5.8439454), cerca de un lago enorme, donde se permite dormir y hay espacio para unas 5 autocaravanas, pero sinceramente, habiendo un área con buenos servicios, nivelada y sobre todo tranquila, no nos la jugamos.

Thorn, conocida como «el pueblo blanco», es una joya escondida en la provincia de Limburgo, cerca de la frontera con Bélgica. Su rasgo más característico son las casas encaladas de blanco, que le dan un aire casi mediterráneo, contrastando con el típico paisaje holandés. Thorn se originó sobre el año 990 con la fundación de una abadía de mujeres nobles, que además gobernaban esta pequeña capital. Esta gobernanza terminó en el S. XVIII, concretamente en el 1794, cuando las tropas francesas invadieron el pueblo, desplazando a las nobles que la gobernaban y poniendo fin al principado de Thorn. Entonces, los campesinos ocuparon las enormes y ricas casonas que dejaron atrás. El problema es que las casas eran de ricos, pero sus ocupantes no y, en aquel entonces, se pagaban impuestos por el número de ventanas que tenía cada casa.
Con el objetivo de pagar menos impuestos, los nuevos ocupantes se dedicaron a tapiar ventanas y para disimular semejante chapuza, pintaron las casas de blanco.
A día de hoy, Thorn es un pueblo protegido y cuenta con un patrimonio arquitectónico y encanto histórico que la hacen única del cual damos fe.
Pasear por sus calles adoquinadas es una delicia: todo está cuidado al detalle, con flores en las ventanas, rincones fotogénicos por todas partes y una sensación de paz que lo invade todo. El antiguo monasterio, ahora iglesia abacial (Abdijkerk), destaca en el paisaje con su imponente torre. También hay varios museos pequeñitos donde se explica la historia del lugar.
Thorn es perfecto para una visita corta pero muy especial, con una atmósfera única, ideal para pasear, tomar un café en una terraza tranquila y empaparse de historia en uno de los pueblos con más personalidad de los Países Bajos.

Antes de volver a la autocaravana, nos acercamos hasta el enorme lago que hay a las afueras, cerca del parking donde se puede dormir y disfrutamos de las vistas mientras cogíamos fuerzas para el camino de vuelta.
Una vez en la autocaravana, la rutina de siempre: descargar material videográfico, escribir crónica diaria, cenar, perseguir un mosquito puñetero y a la piltra.
27 de julio: Ittervoort – Vaals – Rocroi (271,2km)
La cacería de la noche anterior pasó de uno a tres mosquitos puñeteros…pero finalmente cayeron, por lo que pudimos ir a la cama, pero lo de dormir estuvo algo más complicado. Si juntamos sábado noche, la afición de esta gente a los vehículos de combustión ruidosos y que estábamos al lado de la carretera de entrada al pueblo, digamos que fue el cóctel perfecto para tener a descerebrados haciendo carreras de coches y motos en la recta que se encuentra justo al lado del área.
Por suerte la lluvia llegó y a eso de las 0:30 se acabó el “fast and furius” nerlandes…que hartazgo, de verdad…
Por la mañana, seguimos la habitual rutina y antes de partir cargamos agua limpia y descargamos grises, las cuales se vacían en la entrada al área en un tubo con un codo que desagua en su lugar correspondiente. La verdad es que el sistema está bastante bien, ya que te permite llevar el desagüe al de la autocaravana y no tienes que andar acertando en una rejilla en el suelo.
Con los deberes hechos y bajo amenaza de más lluvia, recorrimos los 65 kilómetros que nos separaban del Vaalserberg, una colina que, con sus 322,4 metros de altura es el punto más alto de todo Países Bajos. Además, es el punto donde interaccionan las fronteras de Alemania, Bélgica, Países Bajos, bueno y la desaparecida República de Amikejo. Bueno, lo de Amikejo debe ser más anecdótico que otra cosa, pero según dicen, contaba con su bandera, lengua, sello…y más cosas, aunque no dicen cuales son.

No sabíamos muy bien que esperar de un lugar así, por lo que cuando aparcamos en el aparcamiento de pago (3€) de autocaravanas y autobuses (50.7574965, 6.0181585) y ver un lugar lleno de restaurantes, un parque infantil en forma de laberinto y una torre altísima para ver la zona desde arriba, nos quedamos un tanto helados.
Pasado el momento de shock, reaccionamos y visitamos las tres zonas más relevantes: el monumento que certifica la cima, el monolito con el cruce de las tres fronteras y la plaza con los escudos de Alemania, Bélgica y Países Bajos.
No sabemos cual será la afluencia habitual de visitantes, pero nosotros fuimos en domingo y aquello estaba a tope de gente de todas las nacionalidades, a lo cual si sumamos que la carretera cruza por donde está el monolito de la frontera y donde más gente se concentra para hacerse la foto…os podéis hacer una idea del caos.
Cuando empezamos a hiperventilar, nos alejamos por la zona de bosque que rodea el circo que hay allí montado y así poder relajarnos un poco.
Paseando vimos que también hay un Bike Park, por lo que nos cruzamos con cantidad de bikers con casco integral y protecciones.
Recuperado el valor, volvimos a la zona cero y leímos los carteles informativos, donde cuentan que existió una República independiente, llamada Amikejo. Salvo alguna foto antigua de personas tampoco es que den demasiada información sobre la historia de la desaparecida Amikejo.
La hora de la comida se estaba acercando y como colofón final quisimos homenajearnos las famosas patatas fritas de Países Bajos. Pese a los intentos de conseguir unas patatas con salsas por encima, como veíamos en algunas mesas, no conseguimos más que unas un par de salsas para untar…nos debieron ver cara de guiris y nos vacilaron los del puesto, no queriendo hacerse entender.
Nos comimos dignamente las patatas y después de pagar los 3€ que vale la moneda para abrir la barrera del parking pusimos rumbo a lo que sería nuestro destino: Rocroi (Francia).
Comimos y en pocos kilómetros y bajo una lluvia bastante fuerte, ya estábamos en carreteras belgas.
Al principio íbamos por carretas comarcales y nacionales que, bueno…lo esperado para este país, pero cuando agarramos la autovía, no se como decirlo…es que no llegó ningún bote de la despensa de pie.
Una carretera llena de baches, agujeros y bollos que en una autocaravana es como viajar en una maraca en un día de samba. Todo ello bajo un intenso tráfico que tampoco te permitía ir a una velocidad muy contenida.
Es cierto que encontramos bastantes obras, por lo que parece que están en fase de arreglar este desastre de carretera.
Finalmente, a media tarde llegamos al AS gratuita de la localidad francesa de Rocroi (49.9237598, 4.5170056).

Rocroi es un pueblo amurallado con forma de estrella y que en su época fue foco de importantes batallas, pero actualmente se encuentra en un estado un poco de dejadez. Al menos el área es grande, agradable de estar y se encuentra junto a lo más interesante de Rocroi, sus murallas.
Aparcamos y después de reordenarla despensa y la nevera, salimos a dar un paseo, ya que las perrillas necesitaban liberar algo de estrés.
A eso de las 19:30 comenzó a llover bastante, así que nos retiramos de nuevo a la autocaravana para descansar y planificar cual sería nuestra siguiente parada.
28 de julio: Rocroi – Naintré (559km)
La noche en el área de Rocroi fue bastante más tranquila de lo que cabía esperar, sobre todo por la cantidad de autocaravanas y furgonetas que estábamos allí aparcadas.
Bien descansados y sin mosquitos que nos diesen la noche, nos levantamos, paseamos una última vez con las perrillas por los alrededores de las murallas y metimos kilómetros.
Aprovechamos que el día salió un tanto gris, con algo de llovizna para meternos en la autopista y darle un buen mordisco al mapa.
Atravesar París siempre es una aventura incierta con nuestro GPS y en esta ocasión nos sacó de la variante para llevarnos por una zona que no conocíamos, el aeropuerto de Orlí. La razón, creemos (o queremos creer) es la cantidad de obras y tramos cortados que había, por lo que hicimos un bypass a la arteria que circunvala la ciudad del atasco eterno.
Había bastante tráfico, pero por autopistas de peaje es cierto que no es bonito, aunque se viaja más cómodo y rápido. Tanto que entre pitos y flautas llegamos casi hasta Poitiers, por lo que localizamos un área servicios gratuita con encanto cerca de la autopista, concretamente en Naintré (46.7663032, 0.5110114).
El área es pequeñita, con espacio como para unas 5 o 6 autocaravanas bien apañadas, cuenta con carga y descarga. El suelo es de gravilla, un tanto polvorienta, pero tiene una buena zona verde detrás, donde aparcó alguna autocaravana tardía. Cerca hay un río y a un kilómetro aproximadamente hay un teatro Galo-Romano, llamado el viejo Poitiers; un yacimiento arqueológico que merece la pena visitar.
Después de estirar las piernas y las patas visitando la zona y el viejo Poitiers, volvimos a la autocaravana para cenar y planificar el siguiente destino, ya que nos daba pena regresar a casa y queríamos estirar un poco más el viaje, al menos hasta el fin de semana.
29 de julio: Naintré – Dantxarinea (490,3km)
Después de una noche tranquila, recogimos todos los bártulos y sin ninguna otra novedad, metimos otra buena tanda de kilómetros hasta llegar al área gratuita de Dantxarinea (43.2893001, -15039904).
Dantxarinea es un pueblo que hace frontera con Francia y resulta llamativo ver tantos locales en los que se venda tabaco. Esto es debido a que los impuestos sobre este producto en España son bastante menores que en el imperio galo, por lo que los precios son significativamente más bajos y de ahí la proliferación de estos negocios fronterizos, aunque nuestro objetivo para dormir ahí no era la de comprar nada, sino la de pasar la noche para poder visitar el pueblo vasco-francés de Ainhoa, donde las autocaravanas están más que prohibidas.
El área es de asfalto, con zona de descarga de aguas…y nada más, ya que la fuente de agua potable estaba rota y no vimos descarga de químico.
Sin mucho más que hacer dimos un paseo por la zona, investigamos un camino para ir andando hasta Ainhoa y así no tener que mover la autocaravana al día siguiente.
Una vez terminada la planificación, nos recogimos en la autocaravana para descansar y afrontar con fuerzas el último día de esta aventura.
30 de julio: Dantxarinea – Vitoria (159,7km)
Al día siguiente ocurrió algo con lo que no habíamos contado, la lluvia. La mañana se levantó bastante lluviosa, por lo que descartamos la idea de ir andando hasta Ainhoa, ya que sería pillarnos una calada innecesaria.
Recogimos todo y nos pusimos en marcha por el mismo camino por el que habíamos venido el día anterior, ya que la carretera que llega a Ainhoa más directa desde Dantxarinea estaba cerrada por obras.
Pusimos las coordenadas de un parking exterior y cual fue nuestra sorpresa, que el aparcamiento estaba cerrado por una barrera de altura y por el pueblo no se podía circular por obras. Viendo este sin sentido, recordamos la razón de porqué desistimos de visitar esta zona hace años. Las autocaravanas no son bien recibidas y nos lo demuestran continuamente así que, de la misma, cogimos camino y no paramos hasta casa.
Una vez en casa, como era una hora bastante buena, descargamos todo sin prisa y mientras comíamos ya estábamos planificando nuestra siguiente aventura.
Impresiones Generales sobre Países Bajos
Viajar con perros
Viajar con perros por este país es realmente agotador, ya que supone mucho estrés a la hora de entrar en ciudades, con tanta bicicleta pasando por todas partes, además de la cantidad de turistas que hay en las zonas más visitadas.
Irónicamente, pese a ser un país rodeado de agua, no encontramos ninguna fuente, por lo que es imprescindible llevar agua encima.
Por otro lado, tampoco es sencillo encontrar lugares de esparcimiento para nuestros amigos de cuatro patas y deben ir siempre atados, e incluso en algunos sitios, como en los alrededores de la catedral de Gouda, tienen prohibido el paso.
Por otro lado, es un país Pet Friendly y se ve paseando por las calles porque delante de muchos establecimientos hay bebederos de agua para ellos y en muchas tiendas y restaurantes te dejan entrar con ellos.
También nos sorprendió la cantidad de gente que tiene perros aunque hay que decir que la mayoría tienen perros pequeños pero, mientras que en Francia cuando te ven se pasan de acera, aquí los guías enseguida los sueltan y te animan a que lo hagas para que jueguen juntos. Son muy sociables.
La Conducción
Respecto a la conducción por Países Bajos, digamos que necesitas un pequeño periodo de adaptación. Las carreteras son estrechas, se comparten con las bicicletas y en las cuales no se puede adelantar. De hecho, en las ciudades y comarcales, hay un único carril central, de doble sentido, con dos carriles bici a los lados. En caso de encontrarte con un vehículo de frente, te apartas hacia el carril bici y después, vuelves al centro.
Las carreteras en Países bajos son gratuitas y en buenas condiciones, sólo dos tramos de carretera, en los túneles de Westerscheldetunnel (N62) y Kiltunnel (N217) son de pago.
Un detalle que me dio algún quebradero de cabeza que otro es que no haces demasiados kilómetros seguidos sin cambiar de sentido o dirección, por lo que hay que ir muy atentos a las indicaciones del GPS, el cual se gana el pan.
Las rotondas y en ocasiones medianas, tienen un bordillo para que nadie se salga de su carril, por lo que hay que apuntar fino, ya que como he dicho antes, todo es muy estrechito.
Este es un país de bicicletas y todo está pensado para ello, por lo que conducir puede ser algo tenso, aunque visitar las zonas a pie, con dos perros…mucho más.
Respecto a los pagos, advertiros que no suelen admitir tarjetas de crédito. Únicamente débito y efectivo, por lo que id bien preparados.
Áreas y obtención de recursos
Otro punto que nos ha llamado altamente la atención es la ausencia de fuentes de agua potable fuera de las áreas. Encuentras alguna, pero no es lo habitual. De hecho, en alguna ocasión hemos tenido que rellenar el agua de los perros en un poste de servicio para los barcos junto un canal navegable.
Las áreas de descanso y picnic también escasean bastante. Hay alguna que otra, pero no es lo habitual. Nuestra hipótesis es que cuesta tanto ganar un metro cuadrado de tierra al mar, que gastarlo en zonas de ocio o esparcimiento no les sale a cuenta.
En cuanto a áreas de pernocta de autocaravanas, la mayoría están bastante bien y suelen estar en los puertos o en granjas particulares y el coste ronda desde los 15€ a los 25€ de media. No es como en Francia que tienes el área en el propio pueblo a visitar, por lo general está a 2 o 3 kilómetros de distancia y la gente suele utilizar la bici para aposentarse en el área y visitar pueblos de alrededor.
Eso sí, ya podéis llegar pronto al área porque se llenan rápido. Nosotros cogimos el ritmo de llegar sobre las 15 o 16 de la tarde y para las 18 horas ya estaban a tope.
Mosquitos
Todo el país es una enorme red de canales de agua y hay mucho ganado, por lo que los mosquitos están asegurados.
Hay zonas en las que hay muchos mosquitos y otras en las que hay excesivos mosquitos, pero zonas sin ellos, no existen.
Pese a hacer mil maniobras para evitar que estos pequeños chupasangres entraran en la autocaravana, todas las noches debíamos invertir un buen rato para eliminar una buena cantidad de ellos.
Pese a una labor de exterminio laboriosa, no nos libramos de que alguno se nos escapara y por la noche disfrutase de buffet libre, así que algún elemento antimosquitos y sobre todo, bálsamos calmantes serán imprescindibles en vuestro botiquín.
Veganismo
Al habla Irene, o mejor dicho, a la escritura. Hago un inciso aquí para hablar sobre la pernocta en granjas. No sé si lo sabéis pero soy vegana (Raúl no) y he estado dándole vueltas a si es correcto alojarnos en una granja donde están los animales en una situación contra la que no estoy de acuerdo. Aunque lo veáis muy bonito y muy idílico, ver a las vaquitas, a las ovejitas con sus corderitos, las gallinas y el pavo…igual en una semana los tenéis en vuestro plato. Esos animales no están ahí para que los admiréis, están ahí para alimentaros y eso ya no es tan idílico. Y al igual que no voy a los toros, a los zoos, acuarios, etc…pernoctar en una granja me ha hecho sentir mal pero no hay muchas opciones.
Por otro lado, se ve que es un país que va cogiendo conciencia y se está promoviendo la dieta basada en plantas. En las ciudades más visitadas puedes encontrar restaurantes veganos y otros con opciones. En los supermercados también encuentras bastantes opciones vegetales así que los veganos podemos comer algo más que hierba en el país de los quesos, ja ja ja.
Conclusión final: ¿Merece la pena viajar por Países Bajos en autocaravana?
Indudablemente y sin miedo a equivocarme, la respuesta es sí, nos ha sorprendido para bien.
Viajar siempre enriquece y conocer un lugar tan peculiar como los Países Bajos, más todavía.
Puede parecer que nos quejemos demasiado, pero es lo que ocurre cuando sales de tu zona de confort y falla todo lo que das por hecho.
Hemos viajado por casi todo Europa, parte de Reino Unido y siempre ha habido “algo”. Lo importante es ser conscientes de la realidad y no idealizar la tan de moda “vanlife”.
Habrá momentos en los que debas entrar en modo supervivencia para conseguir recursos o te estreses por la cantidad de gente que puedas encontrar o incluso por conseguir una plaza en el área ideal para pasar la noche, pero Países Bajos es un país que impresiona.
Es sorprendente ver semejantes construcciones de Obra Civil, donde los ingenieros han conseguido contener al mar, bueno, no sólo contenerlo, sino ganarle espacio en un país que se encuentra varios metros por debajo de el nivel del mar. Es tal el control que tienen sobre el agua, que lo han usado durante siglos como defensa de sus ciudades, inundando los accesos y evitando el acceso a las tropas enemigas.
Bueno, y qué decir de su infinita red de canales. El país entero dispone de una red de canales navegables que permiten recorrerlo en barco sin ningún problema.
Un país que se unió y decidió ver la vida sobre una bicicleta que, utilizando la fuerza del viento, ha mantenido a raya el agua y ahora son referente en lo que a lucha por el cambio climático se refiere, es un lugar que merece la pena visitar.
Al ser europeos, sus costumbres son tan parecidas como diferentes a las nuestras. Es como si viviéramos en universos diferentes pero paralelos.
Lejos de los tópicos, es un pueblo con identidad propia, muy marcada y de la que se sienten orgullosos.
Sus casas, decoraciones, su fauna y modo de vida, junto a sus obras faraónicas, son reclamo y motivación suficiente como para cualquier incomodidad o inconveniente que pueda surgir durante el viaje sea irrelevante.
Documentación
- Blog Holandia (blog de una española viviendo allí, he sacado casi toda la información ahí, muy recomendable).
- Normativa para viajar con perro a Países Bajos
- Zonas de restricción ambiental
- Significado señalización de tráfico en Países Bajos
- Los Países Bajos y su relación con el agua
- Onroad Magazine – Países Bajos
Gastos
- Gasolina: 693,68€
- Peajes: 205,7€
- Áreas de pernocta: 234,5€
- Parkings: 31,7€
- Compras comida: 297,4€
- Seguro de viaje Iati Escapadas para Irene que está en paro no y le dan la tarjeta sanitaria europea, 34 días: 56,23€